Y no me refiero a que la persona propietaria de esa lengua diga palabrotas, improperios, palabras malsonantes, sepa un montón de idiomas o haga malabares bilingües. Me refiero a cómo la lengua percibe, de una forma casi instantánea, los diferentes sabores y temperaturas de algo que, generalmente, nos metemos en la boca.
La lengua es un fantástico órgano que está todo el día moviéndose. En los hombres, hay más cosas que se mueven a su bola, pero aquí estoy hablando sólo de la lengua.
Cuando vamos al dentista y nos dice: —sobre todo no muevas la lengua—, va ella y nos hace tanto caso como cuando llamo a mi gata. Es decir, cero.
La lengua, además, sirve para ser mordida. Cuando comes muy deprisa porque no tienes tiempo para saborear la comida, lo más habitual es que tarde o temprano te la muerdas.
Si te dice tu madre: «vigila con la sopa que está hecha en el fuego», como no acostumbramos a hacerle caso, nos escaldaremos la punta de la lengua y quedará inutilizada durante bastantes horas.
Gracias a la era digital, nuestra amiga lengua ya no se queda acartonada por haber mojado 37 sellos para 37 postales de navidad que, antiguamente, enviábamos a nuestros amigos por aquellas fechas. Ahora, con enviar un whats al grupo, estamos listos.
La lengua también se usa para eventos cariñosos. Su flexibilidad y movilidad no tiene fronteras. Pero no quiero entrar en detalles, por si acaso.
Situaciones extrañas en las que participa tu lengua
- Esa lengua de corcho que se te queda cuando te has pasado con el alcohol
- Ese mini chispazo que te da cuando chupas una pila de petaca
- Si un polo está demasiado helado, te queda la lengua enganchada
- En un primer beso, parece que te estorbe y no sepas dónde meterla
- Recuerda las palabras de mamá cuando te advierte de la temperatura de la sopa
- La cara de chino que se te pone cuando chupas un limón
- Cuando metes una manguera en el depósito del coche de papa porque tu moto se quedó sin combustible
- Esa especie de granito que te sale en la punta cuando comes algo que te ha dado asco
- Cuando estás recortando una forma de estrella en una cartulina, sacas la lengua para… ¿para qué?
- Al apretar un tornillo, aún no sé por qué razón sacamos la lengua y muchas veces, para un lado
- Para saber si el guiso está al punto de sal, metemos la punta de la lengua en la cuchara, mientras cerramos los ojos. ¿Para qué los cerramos?
- Cuando le chupamos la nariz a nuestra pareja, muchas veces hacemos dos movimientos extraños: cerramos los ojos y ponemos las manos en sus hombros
La lista podría ser mucho más larga pero ahora he de parar. Estoy haciendo un guiso y he de probar cómo está de sal. Eso sí, antes miraré que no esté muy caliente porque sino me quedará la punta de la lengua cauterizada.