Buenas tardes mi inestimable lector humano. Esta tarde he estado en urgencias. No te preocupes. No es grave, pero me ha servido para descartar un posible susto.
En julio de 2011 tuve lo que en medicina se escribe TVP, pero coloquialmente le llaman TEP. Han pasado nueve años y sigo sin saber exactamente el significado de cada letra. Yo, lo denomino PET y no me refiero a una mascota en inglés, no. Más bien a un pedo en catalán: «vaig fer un pet».
Un TVP quiere decir: trombosis venosa profunda. Me suena tan feo que casi prefiero quedarme con la palabra PET. Por suerte, esta vez solo ha sido un agarrotamiento bestial del tibial. Extraño es. No te lo voy a discutir, pero al menos, sólo es una miserable contractura.
¿Cuál ha sido la causa? No tengo ni la más remota idea.
Aunque no soy nada aprensivo, me he quitado de encima tres quilos y medio de angustia. Ya me veía otra vez con la heparina de marras, con lo poco amigo que soy de las agujas.
Esta tarde, en Urgencias, me he sentido el protagonista del puente. Por un rato, he salido de mi cotidiana vida de humano, para ser el centro de atención de dos nenas y tres nenes, unos estudiantes de medicina y otros haciendo el MIR. La portavoz del grupo me ha dicho esta frase así, en frío: —quítate la ropa y ponte el camisón porque vendremos a ver a tu pierna.
Cuando ya estaba preparado (sí, ya lo sé, ridículo), el más veterano del grupo, —diría que su mentor—, ha pronunciado las palabras mágicas: es una contractura muscular, nada más. En ese momento, me he sentido más liviano. —¡Qué bien! He pensado. ¿Un músculo agarrotado? ¿Cuándo? No he sabido localizar ni el día que pasó ni por qué.
Por ahora, a nivel orgánico, todo sigue igual y con la tranquilidad a flor de piel.