En primera fila

Mi amiga Sue tiene, desde hace dos años, acceso VIP y un palco con las mejores vistas, para asistir a todas las funciones que se representan en el Teatro Efímero de la ciudad.

Sue me comentaba, no hace mucho, que la última obra a la que asistió era un musical. Uno de esos «modernos», con poco decorado y luces indirectas.

Un tango Canyegue.

Con esa forma tan particular que tiene para explicarme sus experiencias, describió la escena en la que, únicamente, sus dos protagonistas, llenaban todo el escenario, de una forma casi mística.

Hombre y mujer, se fundían en un solo cuerpo, en una sola alma. Hombre y mujer, respetaban sus espacios, sus tempos, con una ejecución casi marcial, pero con la suavidad de la brisa de primavera acariciándote las mejillas.

Dos protagonistas y tres músicos era lo único que se necesitaba para asombrar (según su impresión) a su público. Nada que envidiar al montaje que, dos meses antes, se había representado en el Teatro Efímero, con la obra de Verdi, Nabucco, en la escena Va Pensiero.

En esta ocasión, hombre y mujer, unidos por el amor, la pasión y el deseo que subyace en el tango, ofrecieron al público, unos movimientos y unas posturas, que rozaban el erotismo, en un escenario ficticio que representaba una callejuela cualquiera de un barrio de clase baja, de la ciudad de Buenos Aires.

Hombre y mujer, con sus almas desnudas, le ofrecieron a mi amiga, un baile tan potente y profundo que, sin poderlo remediar, se le erizó la piel, como me está pasando a mí, mientras escribo este relato.

Me comentó Sue que en el próximo musical, anunciado para septiembre, intentará abordar a la salida del teatro, al gran maestro Mastropiero y pedirle un autógrafo para mí.

Llevo años diciéndole que tiene unos detalles exquisitos. Gracias Sue.

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