Abrir la tapa del contenedor cuando en una mano llevas tres bolsas y en la otra el chip que abre todas las puertas del averno, es una tarea harta difícil a no ser que tengas una diplomatura en aperturas con una sola mano.
Otra opción a la diplomatura es ir en pareja. Es mucho más fácil. No sé si más económico porque no es lo mismo gastar para uno que para dos, pero alguna ventaja ha de tener. Si vas con otro humano, puedes tener las manos ocupadas con bolsas de basura, de envases, orgánica o lo que toque ese día y el otro humano dedicarse a abrir las correspondientes puertas. De esta forma, no te pasarán, al menos, dos cosas importantes. La primera es que no tendrás que dejar las bolsas en el suelo, con la correspondiente genuflexión y posible lesión lumbar, y la segunda que no se te caerá la llave dentro del contenedor, como le ha pasado a más de uno o una.
No tener pareja tiene ventajas e inconvenientes, como todo en esta vida. Por ejemplo, te estás preparando un café mientras llenas la bañera. Son las 10:30 a.m. Suena el teléfono. Es tu madre preguntándote cómo se hacía el arroz caldoso. La conversación dura más de la cuenta. Pueden pasar dos cosas. Que se te salga el agua de la bañera y se te evapore el café y estropee la Oroley o, en su defecto, se reseque el filtro de la cafetera eléctrica.
Si por casa hay otro humano, se puede percatar del posible desastre e intervenir antes de que se produzcan daños mayores. También puede pasar que seas multitarea o lo tengas todo absolutamente controlado y te valgas por ti mismo o misma (dependiendo del humano que seas).
En cualquier caso, más valen cuatro manos que dos. Eso sí, procura que el otro no sea manco. Pero, también serviría: más vale tres manos que dos, a no ser que el humano manco lleve una prótesis de titanio con tecnología neuronal que se activa con el movimiento de la mano restante.