El mero hecho de preparar la maleta genera, en alguna zona del cerebro, una mezcla de euforia, alegría, nerviosismo, pero también puede producir sensaciones negativas como hacerla lo antes posible porque te has de alejar de aquel lugar, de aquella casa, de aquella persona que te hace la vida imposible.
Aquellos que la preparan porque van a realizar un viaje, a no ser que seas de los que improvisan, se informarán del tiempo que hará allí; mar o montaña, desierto, metrópolis, selva, campo, estación del año, época de lluvias, etc.
Algunos la preparan con bastante antelación. Son previsores o despistados. Otros, los coleccionistas de porsis, seguramente necesitarán más de una maleta.
Existe, también, el grupo de los «sobraos», esos que no llevan apenas equipaje y si les falta algo, lo compran por ahí.
En todo caso, preparar la maleta suscita misterio, incertidumbre. ¿Qué pasará, todo irá bien? ¿Se perderá en alguna de las escalas o cambios de transporte?
Maleta o mochila, roller (las de ruedecitas) o macuto, bolsa de mano o simplemente la VISA. Para gustos no hay colores.
Se me antoja una pregunta dura. Allá voy. ¿Alguien tiene el presentimiento de que aquella maleta será la última que haga en su vida? ¿Nos planteamos en algún momento esa posibilidad?
A no ser que seas de los que buscan emociones fuertes como deportes de riesgo o experiencias que están cerca de la línea roja, diría que no nos planteamos esas ideas.
Leía ayer (creo) una triste noticia. Varios turistas de nacionalidad española perdían la vida por encontrarse en medio de un tiroteo, en un país lejano: Afganistán.
¿Por su mente pasó en algún instante que sería su último viaje, su última maleta?
Ayer lo estuvimos debatiendo con unos amigos. Ellos decían que probablemente, en el rincón más escondido de nuestro cerebro, de nuestra mente, es posible que sí se encienda alguna alarma, un pálpito, una sensación como lejana.
Personalmente, no lo tengo tan claro como ellos. Tal vez no lo he vivido tan de cerca como para detectarlo.
¿Es posible que dispongan de unos receptores sensoriales que detecten los casi imperceptibles cambios en el cuerpo? Tampoco lo sé.
En mi familia vivimos una situación así. Se celebró una fiesta, la suya. Nos despedimos con las buenas noches y dos semanas después ya no estaba entre nosotros.
¿Lo intuyó? ¿Alguien de su entorno más cercano tuvo alguna corazonada? Quien sabe.
Parece que el saber o no si será la última es una información que tenemos medio velada. Eso creo yo.
Hacer maletas es un poco rollo. Me hago lista antes por si falla memoria. Lo normal es que si viajas al norte, un tipo de ropa, un poco de todo, un canguro por si llueve doblado no ocupa nada. En fin, cuando subo a un avión, pienso lo peor, es decir, no pienso en mi última maleta, pienso en mi vida.
Si caemos no sobreviviré.
Viajar a un país en conflicto, creo sinceramente en estos tiempos es de irresponsables, pero el ego de decir y mostrar fotos del país en guerra puede más.
Mira!!! Ostras, qué foto con un tanque, aquí mujeres con burka. Que valiente!!!
En catalán, hay un dicho «Si no vols pols, no vagis a l’era».
Ellos se lo han buscado poniendo su vida en riesgo, por su PUTO EGO.
La maleta es lo de menos. ¡Cuántas se pierden!