El Kely

Cuando pensamos en personal de limpieza, nos viene en seguida a esta mente machista y en algunos casos, feminista radical, una figura femenina de características bien definidas que, en este momento, no se me antoja describir. Lo importante del planteamiento es la figura femenina.

¿Por qué tenemos esa santa manía de imaginar a una mujer para los quehaceres domésticos o industriales? ¿Por qué no podemos pensar en un hombre, como pasa en muchas pelis americanas, en las que aparece por los pasillos del instituto, el típico tipo con mono azul? ¿Por qué no podemos pensar en hombres que hacen de Kely’s?

El Kely es un tipo normal que se levanta un domingo cualquiera, por ejemplo, este mismo y decide poner patas arriba su casa. Hoy toca marujeo; otra palabra demasiado femenina para tratarla a la ligera. Así que un servidor se ha permitido el lujo de cambiar un poco su ortografía, para darle un toque más personal y, sin ánimo de ofender a ninguna de las partes, convertirla —¡por qué no!— en un deporte doméstico o industrial, para ambos sexos. El maruxeo.

¿De qué trata el maruxeo del Kely? Pues en limpiar bastante a fondo su casa, en este caso. Hacía unos días que se planteó limpieza general. No viene mucha gente a su casa, así que se permite el lujo de no tenerla como una patena. Mientras esté lo suficientemente habitable, no hay problema.

Tiene dos gatos, lo que significa más pelos de la cuenta. Dos no es lo mismo que cuatro o quince, como tiene un amigo suyo. Quince gatos, ¡por dios!

A lo que íbamos.

Hoy ha amanecido limpiador. Ya tocaba. Se había pasado un poco del calendario. Aprovechando que ha de salir pronto de casa —tiene un evento musical en la ciudad—, ha decidido hacer de Kely. Nada de arreglar el póster que tenía empezado, ni salir en bicicleta. Solo debía pasarme la información para que escribiera este relato.

Mientras se seca la mitad de la casa, aprovecho para acabar de escribir estas líneas. No se puede hacer otra cosa de momento. Así que escribo. Tengo más relatos en la mente, pero tendrán que esperar a mañana.

Creo que en tres o cuatro minutos podrá acabar de fregar, ponerle la funda al sofá (acuérdate que tiene gatos con patas y uñas muy afiladas), recomponer la posición de los muebles, hacerse la comida, ducharse, acicalarse para el evento y tocar el dos. Ha quedado con su amigo a las cuatro de la tarde.

Ahora debo apresurarme en acabar el relato y Lucas en dejarlo todo en orden.

Quedamos en otro momento.

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