La similitud que hay entre llevar la cabeza sujeta al cuello y el carenado bien anclado a la moto son dos tornillos, de unos 5 cm de largo.
En la primera opción sería como los que llevaba Frankenstein. Pero en este caso son, únicamente, para que a la moto no se le quede el carenado y los faros colgando. Eso es lo que me hubiera pasado si no llego a estar atento. Pero eso ha sido más tarde. Aún teníamos que hacer la excursión.
Hoy había salida al Montseny. A primera hora, sobre las 08.30 h el ambiente era ideal. A medida que avanzábamos hacia Sant Celoni, la temperatura era cada vez más soportable, teniendo en cuenta la calda que ha hecho estos días.
El recorrido era Sant Pol – Vallgorguina – Sant Celoni – Santa Fe del Montseny. Parada en l’Avet blau. Bocatas, charlas y a una hora prudente, volvíamos a la carga.
Dos tornillos de llave 13 fija, situados por debajo de la piña del contacto, cuya función es fijar, a través de una pieza de 15 mm de ancho, un brazo al carenado de la moto.
No estoy seguro en qué momento se estaban aflojando pero diría que después de los bocatas y las bebidas, cuando nos hemos desviado hacia el Turó.
La primera parte de la carretera es muy estrecha. Algún coche de bajada nos ha puesto en jaque. Una vez se llega al final de esta carreterita, te encuentras con el desvío que te lleva al Turó. Qué pena de camino. Qué desastre. Es como si hubieran tirado minas anti-tanque. La carretera estaba hecha unos zorros. No creo que vuelva por allí nunca más.
En alguno de los numerosos botes que he pegado, imagino que se han acabado de desatornillar más de lo que, supuestamente, estaban. No me explico qué castañazo (impacto) habrán recibido los tornillos para encontrármelos esta tarde fuera de si.
El que también estaba fuera de mi era yo mismo conmigo mismo. Me he cabreado bastante porque no hace mucho le hice la revisión y no me comentaron nada de estos tornillos. Tampoco estoy seguro si fue un despiste por parte del taller. Lo único que sé, a medida que subíamos al Turó, por una mierda de carretera cada vez más rota, es que me he metido de morros en un agujero de un palmo y no me he caído de milagro. Ahí, se habrán acabado de soltar.
La bajada, aunque otra mierda, ha sido más soportable. El carenado se seguía moviendo por todas partes. Una vez en el garaje de casa y visto lo visto, me he quedado helado. Los tornillos estaban a medio camino, entre salirse de las tuercas y el abismo. Sueltos. No sé qué hubiera pasado pero seguro que nada bueno.
Ahora ya está todo apretado, en su sitio. Mi cabeza sujeta al cuello mecánicamente pero no de pensamiento. Los tornillos de la platina apretados también y «tothom a casa».
Mañana tengo otro evento. Esta vez más cerca. Espero que no pierda uno o dos tornillos. No estoy para hostias.