Dos posturas

Tan fácil es usar una postura u otra para hacer exactamente lo mismo. Por ejemplo, si estás trabajando en algo que te disgusta profundamente, podrías darle la vuelta y simplemente cambiando tu postura —y no hablo de la corporal—, que también influye, cabría la posibilidad de ver las cosas de una forma más amable. Hablo de tu postura frente a las situaciones diarias, o, en este caso, nocturnas.

¿Por qué puntualizo las nocturnas? Porque trabajar de noche precisa que nuestra postura frente a los acontecimientos, la llevemos con más dignidad; con más paciencia y humildad.

Sí. Es verdad que lo digo desde mi sillón de escritor, pero también lo vivo en mi propia piel.

Podría ir al trabajo nocturno con mala cara, con malas pulgas. El trabajo es el mismo. No cambiará, pero si cambio mi entorno más inmediato, de alguna forma, también cambian los átomos de los que está construida mi realidad más cercana.

Resultado: todo se resolvería de una forma más armónica, equilibrada, distendida.

Por el contrario, si nada más entrar en nuestro templo del deber, vamos, lo que hasta ahora se denominaba, «la puta oficina de mierda», según los que practican la postura de mierda o la oficina del trabajo, según los que practican las buenas costumbres y sobre todo las buenas posturas, todo se ve con mejores ojos.

Todo (como decía mi madre) se ve según el cristal con que se mire.

Aunque hay algunos que ni con lentes de aumento.

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