Seguro que te ha pasado infinidad de veces que, de repente, te levantas de la silla o, si estás de pie, te diriges a un lugar de la casa y cuando llegas te preguntas ¿Dónde iba yo?
No sé a ti, pero a mí me ocurre con bastante frecuencia. Supongo que debe ser un acto reflejo que se activa cuando menos te lo esperas.
Estás en la cocina preparándote el café de la mañana y, sin saber por qué razón, te diriges a la puerta de la galería. Sales y una vez plantado allí como una zanahoria, piensas ¿para qué diablos he salido?
Uno de mis preferidos es levantarme de la butaca en la que me parapeto mientras escribo un relato y salir pitando hacia el baño porque algo había que hacer. Y, en verdad, no tenía nada importante entre manos.
Sales a la calle porque has de comprar cuatro cosas. Conociéndote como si te hubieras parido a ti mismo, escribes en una lista esto, aquello, lo otro y de paso, el pan. No te olvides del pan, sobre todo, repites cuatro veces.
A la hora convenida vuelves a casa sin lo otro y el pan. ¿Por qué? Lo habías apuntado en la lista, pero… ¡Ay, amigo! La lista se quedó en la cocina, encima del mármol, al lado de la taza de café.
Si la hubieras dejado en la pica, habrías visto la lista, pero al salir con prisas por la hora, ahí se quedó.
Compraste esto y aquello por casualidad. Bandido, tienes memoria para lo que te interesa.
¿Por qué no agarraste la lista? Muy fácil. En una de las levantadas repentinas de tu butaca de escribir, entraste en la cocina porque ibas a buscar la puta lista, pero ¿qué pasó por el camino? Te llamó tu hermana para pedirte un favor. Se te fue el santo al cielo y ¡alehop! La lista se quedó en casa y tú, en la calle, como un pollo sin cabeza, deambulabas de aquí para allá, intentando recordar para que puñeta fuiste a la mercería.
Para recordar algo, alguna vez oí que tienes que recordar palabras encadenadas, relacionadas entre si. Yo lo lo aplico a nombres de personas, véase un ejemplo: una niña de nombre Dua, que tiene 60 niños de todas las nacionalidades, sobre todo indúes o pakistaníes, marroquíes es todo muy complicado. Pues Dua la recuerdo por Dua Lipa, una cantante.
Para recordar cosas, yo lo hago con la música. Para acordarme de un intervalo, por ejemplo entre La y Fa, busco una canción que tenga esa intro. Una sexta y así me acuerdo del intervalo.
Esa memoria cotidiana que no sabes dónde está, es de lo más normal entre los seres que habitamos el planeta, esas pequeñas cosas no quedan registradas en el cerebro, pero seguro que nos acordamos de detalles que fueron importantes para nosotros en tiempo lejano. No hay que preocuparse! Por cierto, ¿para qué cuento todo esto?