Trabajas toda la semana, de lunes a sábado, sin interrupción. Por suerte, estás ocupado. No todo el mundo puede decir lo mismo.
Hasta hace poco, tenías un oficio que no te permitía tirar mucho de veta. Ahora, entre los dos laburos, tienes más margen de maniobra.
La puerta de entrada necesitaba una actualización.
La que tenías instalada, era de «ñigui-ñogui». Ahora da gusto. Es otra cosa.
Qué decir del baño. ¿Cuántas veces habías tenido un resbalón, que no pasó del susto, dentro de la bañera?
Suerte de la cortina que, en más de una ocasión, te salvó de una hostia segura.
Eso sí; después, tenías que poner otra vez las arandelas.
El plato de ducha, antideslizante.
La mampara anti cal, anti vandalismo y anti rotura, es una maravilla. No se ensucia y se seca en seguida.
La cortina pasó a la historia.
Y, ¿qué me dices de la cocina nueva? Funcionan los cuatro fogones.
¡Ostras! Incluso el horno va como un tiro.
Pero, para que todos los elementos permanezcan limpios mucho más tiempo, necesitas parte de un día para dejarlo todo como una patena.
Dos horas son suficientes. Tampoco es tan grande la casa.
Ese día, el domingo, lo tenías reservado para hacer un montón de cosas. Tener la casa limpia era una de tus prioridades y más aún, después de las obras.
El resto de los domingos que te queden, los puedes invertir en salir por ahí. Solo, como casi siempre.
El uno de mayo está a la vuelta de la esquina.
Día del trabajador. ¿Será mi día? ¿Podré salir por ahí sin preocuparme por nada?
Con un día, tienes suficiente para desconectar de la semana.
No hay más. En tu contrato, reza que dispones del domingo para hacer lo que quieras.
¡Cuántas cosas harías!
Hoy tenías invitados para comer. Ha sido una velada muy interesante.
Comida, paseo, charla.
Los domingos apetece.
No todos, claro.
Hoy, en tu único día de fiesta, has disfrutado de tus amigos, de tu casa.
Y además, es domingo.