Disfunción lumínica

No es una disfunción eréctil.

Los penes, que yo sepa, no son iridiscentes, a no ser que hayas vivido en Chernobil o que hayas ingerido grandes cantidades de peta-zeta.

En esta vida, te puedes encontrar de todo. Incluso penes retroiluminados, por la parte de los cojones, pero esto es otro tema.

Nos pasamos el tiempo con la palabra en la boca. Que si «una polla como una olla», que si «y una polla en vinagre», que si «eres la polla», etc.

Puede que el título lleve a sorpresas inesperadas.

No se trata del miembro viril, ni es un actor secundario en este post.

Se trata de la impotencia y disfunción lumínica que se produce cuando has acabado tu jornada de curro, te subes a la moto para irte a casa y descubres, a las 3:30 de la madrugada, que no funcionan las luces, que hay una disfunción lumínica.

De entrada, te cabreas. Te pones nervioso. Dices: no puede ser, esto no me está pasando a mí. Y te pasa.

Respiras tres veces, profundamente. Tu voz interior te dice: —desconecta, piensa en algo bonito y vuelve a conectar.

¡Alehop!

Todo en regla. Nos podemos ir a casa. Suspiras y te piras.

El viaje de vuelta vas un poco en tensión.

—¿Llegaré iluminado a casa?

Parece que sí.

Esta tarde, he ido un momento al parking para comprobar que todo estaba correcto. De momento, todo en regla.

¿Y si cuando me toque ir al curro, vuelvo a tener un gatillazo? ¿Y si vuelve a fallar?

Espero que no. No tengo otro vehículo para ir a trabajar.

Así que pondré una vela al santo de los imposibles que creo que era… cachis, ahora no me acuerdo.

Bueno. La cuestión es que funcione todo a la perfección y dejaré los milagros para los especialistas. En este caso, para los electricistas, que viene a ser lo mismo.