Desconectados

Un padre, una madre y sus dos hijos, sentados alrededor de la mesa de una cafetería cualquiera, frente a frente. Los progenitores con el móvil en la mano derecha; los hijos, entre ambas. No se miran a la cara. Cada componente agarra su smartphone. La cabeza hacia abajo; el cuello torcido. Con los años, la gravedad dará sus frutos.

Son las siete de la tarde de otro viernes de abril. Se acaba el mes y sigue sin llover. Mientras no ocurre, muchas familias, parejas o solitarios, aprovechan para tomar algo en las terrazas. La temperatura es agradable. Ya veremos qué pasará en verano. No me atrevo a imaginarlo.

—¿Qué quieres tomar, Pedro?, ¿y tú, David? —Pregunta la madre. Mientras tanto, el padre, los observa por encima de las gafas. Con una expresión de asombro, se dirige con la mirada a su esposa y sin abrir la boca, le hace señas de que a David le ha vuelto a salir la mancha roja en el cuello.

María le responde con las cejas arqueadas, señalando en su propio cuello el mismo lugar con el dedo índice, que la mancha es, con toda seguridad, de Irene. Esa chica es una chupona. Le encanta dejarle una marca cada vez que quedan para comerse a besos. Es su peculiar firma.

David es más tímido que Pedro. Se parece demasiado a su madre. Pedro es más lanzado. En el cole es el ligón, el que tiene a las chicas enloquecidas. Es el capitán del equipo de waterpolo. A David nunca le gustaron los deportes de equipo. A María, tampoco. Son como dos gotas de agua.

Ernesto, el padre, de joven fue capitán del equipo de Rugby. Pedro siempre ha querido ser un gran líder como él. María trabaja en un instituto. Sus alumnos están en cuarto de ESO. Es una gran profesora. Todos están enamorados de ella. Me recuerda a la película «Mentes peligrosas». Hasta la protagonista Michelle Pfeiffer se parece a María.

David aprovecha su larga melena para esconder la mancha que le dejó Irene. Un golpe de aire la puso al descubierto el tiempo justo para que Ernesto se diera cuenta.

Hace rato que el camarero no aparece. Están un poco hartos de esperar. Pedro se levanta con mucho ímpetu. Se dirige hacia la barra para preguntar por qué no salen a servirles. El dueño del bar le comenta que lo han de pedir todo a través del QR que tienen grabado en la esquina de la mesa. En el interior, Pedro, envía un mensaje por Whatsapp al grupo. Ernesto mira a María y ella a David que, justo en ese momento, recibe una foto de Irene en biquini. —¡No sé qué voy a hacer con Irene! Es una calienta braguetas. Me pone cardiaco y luego no me deja hacerle nada, —piensa David para sus adentros.

Dos coca-colas, una cerveza y un Martini seco con soda… Enviar…

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