No sé si es porque me hago mayor que, cada vez que tengo una cita, que es muy de tanto en tanto, mis expectativas son directamente proporcionales al tiempo que me queda de vida, pero sobre todo, a la realidad con la que convivo.
La cantidad de vida que nos queda por vivir, sólo depende de la suerte y de que no nos abduzcan los extraterrestres. Aunque, de hecho, no estoy seguro si la abducción sería mejor opción que el tipo de vida que acostumbramos a llevar aquí, en el planeta azul, que por cierto, está bastante harto de todos nosotros.
A ver… Que luego me despisto y ya no sé por dónde me ando.
Teniendo en cuenta que soy una persona muy sentimental (demasiado), mis expectativas de encontrar a una mujer que tenga las tres A, se me hace, creo yo, cada vez más difícil.
Estoy absolutamente fascinado con las sorpresas que cada día nos brinda esta vida, aunque no sea muy practicante de generarlas ya que, desde hace unos años, la mía es bastante horizontal. Pero, como dirían los toalleros, la toalla no se tira hasta que no esté hecha jirones. Y a veces, ni eso.
Tengo por casa alguna toalla que está llena de hilos, a la que mis gatos, en sus ratos de ocio, aprovechan para seguir deshilachando, pero en ningún momento se me ocurriría tirar la toalla.
Volvamos al tema que tengo entre manos.
Mañana, si no pasa nada extraño, como una guerra bacteriológica (ejem…), un ataque sorpresa de zoombies asesinos o la típica abducción de los sábados por la mañana, tengo un encuentro o cita (la palabra cita está muy sobada, así que mejor encuentro, ¿no?), de esos que, supuestamente, nos invitan a decir expresiones como «wala» o «wow» lo cual es bueno y malo a la vez. Bueno porque en seguida me emociono y malo porque esa emoción dura tanto como el semáforo de Gran Vía con las Glorias.
El título del post lo he escrito en catalán porque me gusta mucho más «Demà» que «Mañana». Demà me transporta a un tiempo futuro, pero muy cercano, en el que, una o dos horas, se pueden convertir en toda una aventura o en toda una tortura.
Siempre depende de las expectativas que uno crea y en mi caso, ya salía de casa, desprovisto de ellas.
En cambio, «Mañana» también podría ser ¡¡¡qué mañana tan fresca!!! Mentira. Hoy, 11 de junio, que aún es primavera, hace un calor del demonio.
Los encuentros a según qué edades, y en este caso, a nuestras edades, se miden por esos «wala» o «wow», de los primeros minutos, aunque hay algunas corrientes filosóficas que no opinan de la misma forma.
El cómo se desarrollan las fases de los encuentros, a mí, personalmente, me la traen al pairo. ¿Por qué se debe seguir un orden establecido? Primero esto, después aquello y más tarde otra cosa. ¿Quién marca las fases? ¿Una persona especialista en generar fases? ¿Alguien que deja siempre lo más importante para otra ocasión?
La improvisación, para los que en algún momento de nuestra vida hemos estudiado jazz, es lo mejor que hay.
Así que, si no pasa nada mañana, si no hay un ataque bacteriológico o una invasión de zoombies asesinos o una abducción de esas de sábado por la mañana, tengo un evento de «ya se verá».
Preguntas como ¿qué pasará? ¿será distendida?, ¿habrá buena onda o vibra como se dice últimamente?, o incluso otras más generalistas como ¿nos fundiremos con la calda que expulsa el asfalto de las calles de Barcelona?, o ¿podré aparcar sin problemas?, tendrán su respuesta demà, quiero decir mañana, no de la mañana, sino dentro de veinticuatro horas más o menos.
Hasta entonces, fins demà, quiero decir, hasta mañana.