Vives en una comunidad de vecinos y hace unos días que una de las ventanas está cerrada a cal y canto. Puedes pensar algunas cosas. Igual se ha trasladado de comunidad; se ha ido a vivir, por fin, con su pareja. Llevaban tres años de nómadas. Este finde aquí, el otro allí y por fin han decidido juntar sus cepillos de dientes, sus toallas, sus virtudes y manías. También puede ser que se haya ido de vacaciones; justo hace una semana la viste moviendo paquetes en frente de su casa. El hecho de vivir a pie de calle, hace que lo cierres todo. Es mejor prevenir que curar. Y, a la vez que lo cierras, también puedes tenerlo todo abierto, aunque no se trate de una forma de exhibicionismo.
Otra opción puede ser «muelte», pero mejor no pensar en esa posibilidad. Sería una putada. Es tan buena moza que sería una mala pasada del destino que se fuese tan deprisa. Mejor pensar en lo de las vacaciones. Es, al menos bajo mi punto de vista, la mejor opción de todas.
Un pajarito me ha dicho que algunas mujeres experimentan una especie de viaje, entre místico y metafísico, cuando alcanzan el techo. Es como un viaje sin moverse del lugar; sin moverse de casa. Aunque éste no es el mismo que cuando te das un viaje con la puerta del baño. Siempre la dejas abierta y de repente, te la encuentras cerrada y te das con las narices en toda la madera. Y te preguntas: —¿en qué momento de mi viaje astral cerré la puerta física del baño para atravesar una puerta cósmica? No lo recuerdas, pero durante algunas semanas tendrás presente que hay varios tipos de viaje.
Personalmente prefiero los viajes que sirven para alcanzar el techo sin moverse del lugar.