Como si fuera tan fácil
Hace un par de semanas, a su gata le salió un eczema en la piel. Según su veterinaria, la culpa es del calor. —Al tener la temperatura corporal más alta que los humanos, tienden a pillar más chuflas, —le dijo Silvia sin tecnicismos, para que lo entienda hasta un mico—.
—Ponle este líquido antibiótico de alta penetración. Tiene efecto inmediato y se absorbe con rapidez. Después, una vez extendido el antibiótico, le pones esta pomada. Repite la operación durante unos días.
Solo de pensar en cómo pillaría a su gata, ya se estaba poniendo de los nervios. —Como si fuera tan fácil, —se dijo para sí.
Hay un truco que raras veces falla. Los gatos son curiosos por naturaleza. La idea era preparar una trampa agradable; una serie de artilugios, colocados en dirección a la habitación de primeros auxilios, debería llamar la atención de la gata. Esta peluda iría olisqueando cada uno de los cachivaches y en cuanto la tuviera a su alcance, zasca; cerraría la puerta para tenerla controlada.
—Y un cojón de mico, —volvió a decir, esta vez en voz alta, Lucas—.
Ya lo ves, con sus manos y pies, pero sin hacerle daño, persiguiéndola por una habitación que no hace ni seis metros cuadrados, libre de cualquier escondite en el que se pudiera refugiar y aun así, que si quieres arroz, Catalina.
Por fin la pilló. La agarró de la piel del cuello, esa zona en la que sabe perfectamente que no le haría daño y con todo el cuidado del mundo le extendió, con la gasa limpia, el líquido antibiótico. Después, más persecuciones por la habitación hasta que le dio caza otra vez. Ahora le tocaba el turno a la pomada.
La gata maullaba como si la estuvieran matando. Lucas le hablaba con cariño; le decía con un tono de voz de madre, palabras y frases dulces: —o te estás quieta o te doy una hostia que te arranco la cabeza… Eso, para que lo sepas, es mentira cochina. No le dijo más que palabras de cariño. Te lo juro.
Si la gata pudiera hablar, le diría: o me sueltas o te araño las orejas.
Finalmente, la operación de cura gatuna llegó a su fin. La gata salió disparada de la habitación y Lucas recogió los utensilios para la siguiente cura que tendrá lugar, si no pasa nada, esta tarde antes de que se marche a trabajar.
A ver si esta vez ambos se dejan de monsergas y van más al grano. Y nunca mejor dicho, porque la peluda tiene una serie de granitos en la tripa, que salieron, supuestamente, por las altas temperaturas de estos días pasados.
Lucas se armará de valor, perseguirá a la gata, la cogerá de la piel del cuello y otra vez pasarán las mismas cosas, como si fuese el estribillo de una canción.
—Meuuuu, miauuuu, ffffuuuggg, meeeuuuu.
—Estate quieta. Es por tu bien. Burra… Me caguntot…
—Ffffgrrruummm (traducido más o menos sería: o me sueltas o te araño las orejas).
Me lo paso muy bien leyendo las andanzas de Lucas ;))
Quiero saber más de sus gatos!!
¡Suerte con la próxima cura!
Dile a Lucas que yo a la mía hasta le corto las uñas…y ella tan pancha!
Pues que suerte la tuya y de tu gata. A la mía tengo que perseguirla por toda la casa, para que encima acabe arañándome.