¿Para las piernas? ¿Para el cabello?
No.
Para el culo.
Esta semana pasada, adquirí una bicicleta de montaña. Llevaba tiempo con la idea de tener una.
Objetivo: piernas como rocas para que, cuando llegue el invierno otra vez, no me canse como otros años.
De todas formas, estoy gratamente sorprendido. Duermo poco y los jueves (nuestro día) esquiamos bastante fuerte.
Eso sí, con cabeza y prudencia. Que ya tenemos una edad…
Tengo un cliente que es ciclista.
Me recomendó algunas cosas imprescindibles.
La más importante: tener un mecánico de bicicletas cerca de casa.
La otra: protegerse el culo como sea.
Si no quieres que te desaparezca la raya del culo, lo mejor es protegerla con un pantalón, tipo malla, que lleve adherido gel o, en su defecto, una almohadilla que sirve para que tu culo no explote.
—Si puedes, cómpralo con tirantes. Me lo agradecerás.
—Y ya puestos, unas gafas para que no te entren bichos voladores.
Tenía mucha pereza, pero después de comer, he cogido la moto rumbo al Decathlon.
Talla XL de pantalón apretado con tirantes.
De vuelta pensaba que estaré monísimo dentro de ese atuendo.
Gafas protectoras para que los bichos no hagan de las suyas.
Una bomba de aire. Vamos, lo que toda la vida se ha llamado una mancha.
Iba a comprar guantes, pero he recordado que, en la maleta de la moto, tengo unos.
Probaremos.
En catalán hay una frase hecha para la ocasión: fer fila.
A ver qué pinta hago cuando lleve toda la indumentaria recolocada.
En breve, os lo cuento.