Cuatro letras: A – M – O – R
OMAR – ROMA – MORA – ARMO – RAMO
Como todos los jóvenes, OMAR tenía la cabeza llena de ilusiones, de proyectos. Quería hacer muchas cosas en su vida, pero antes debía acabar la última etapa de bachiller. Ya tendría tiempo más adelante para hacer y deshacer.
Ya que se le daba muy bien todo lo relacionado con la plástica, la música y el arte figurativo, sus padres lo animaron para que estudiara en una de las escuelas más importantes de ROMA.
De una lista interminable de asignaturas relacionadas con la creatividad, una le llamó la atención: el diseño paisajístico, la ordenación de los espacios abiertos, la naturaleza en sí misma, la esencia de todo.
En junio terminó los estudios de bachillerato como estaba previsto. Omar era un buen estudiante, de eso no había duda.
Pasado el verano, la familia fue a Roma para hablar con la tía Enriqueta.
—Te pagaremos la estancia de Omar. Tu no tendrás que acarrear con ningún gasto. —Le dijo Enzo, el padre de Omar.
Y así empezó su aventura en Roma. Tres años duraría esa nueva etapa. Omar estaba emocionado y acojonado a la vez. Nunca había salido de Pescara. Permanecer lejos de sus padres le suponía tener que enfrentarse él solo a cualquier contratiempo. Además, era muy tímido, lo que generaría más desasosiego en su mente.
El curso se desarrollaba con total comodidad para Omar. Era un tipo sorprendente en lo referente a estudios, a sensibilidad. Aplicado como el que más. Todo lo llevaba al día. Sus padres estaban orgullosos. Pensaron que, por fin, Omar abriría su corazón a todas las hermosuras del mundo.
Y tal como lo intuyeron, así fue.
Omar, sin darse cuenta se enamoró de su compañera de proyectos. Era una MORA, bellísima, moderna, sin pañuelo. Era una mora europea de padres liberales que no estaban muy convencidos de las tradiciones musulmanas.
Faragh y Omar pasaban mucho tiempo juntos, pero él no se atrevía a decirle nada que pudiera comprometerla. De hecho, no se atrevía porque era un poco gallina.
Las chicas tienen un sexto sentido para las cosas de los amores.
—O me ARMO de valor o perderé la oportunidad de mi vida, —pensó Omar una tarde que estaban acabando el proyecto de un jardín que pertenecía a un palacete de Florencia.
Acabaron el proyecto a tiempo. Los dos sacaron la nota más alta. Omar y Faragh se miraron a los ojos. Estaban pletóricos. Faltaba un empujón para hacer realidad los sueños de ambos. Faragh, al ver que el atontado no se decidía, apareció por la tarde con un RAMO de las flores más bellas que pudo rescatar de un parque por el que pasaban todas las tardes y se lo dedicó a Omar con todo su cariño. Al fin se decidió ella.
—¿Te has fijado que algo muy fuerte nació el mismo día que nos sentamos juntos en el aula? ¿Te diste cuenta de cómo nos miramos?
—Creo que sí. —Dijo con la boca bien abierta, Omar.
—Ese día, exactamente esa tarde, nació en nosotros el AMOR.
Cuatro letras que cambiaron sus vidas para siempre.
De eso hace ya treinta años. Omar y Faragh siguen juntos después de toda una vida.