¿Cuánto vive una hormiga?

Uno no sabe cuánta vida le queda por delante. Ni siquiera sabe cuánta le queda por detrás. La cuestión es intentar vivirla lo mejor posible, sin putear a nadie y evidentemente, sin que nadie te putee.

Esta noche, empieza una nueva etapa que durará lo que dure.

Si eres buena gente y te enrollas bien, acabas recibiendo tu recompensa.

En el caso que nos ocupa, mi recompensa se traduce en que hoy vuelvo a currar con los compis de Mataró.

Son solo sustituciones de verano, pero el hecho de que hayan contado conmigo, me emociona.

Hoy, durante un grupo de días, estaré a las órdenes de personas que conocí en el último trimestre del 2019 y principios del 2020. Han pasado casi dos años, que se dice pronto, y parece como si la última vez que estuve con ellos fuera ayer.

El tiempo no pasa en balde. Igual tendremos que ir a vivir allí. Ya veremos.

Muchas veces me he planteado cuánto vive una hormiga. Seguramente más de uno se preguntará a santo de qué se me ha ocurrido semejante pregunta, pero bien mirado, para mí tiene mucha importancia.

Imaginaos la siguiente situación:

  • El trabajo que empiezo hoy, es de 22 h a 04:15 h de la madrugada.
  • A esas horas, hay muy poca luz en la calle y mucha menos en lugares en los que ni siquiera hay alumbrado.
  • Los zapatos profesionales que usamos son muy resistentes y con ellos tienes muy poco tacto.

Una previa. Cuando voy a caminar a la montaña, siempre que veo una línea de hormigas trabajadoras, paso por encima de ellas para no pisarlas.

Pensamientos como: espero no chafarlas, pobres. Bastante trabajo tienen para llenar de víveres sus nidos, como para que un imbécil no se fije y con sus zapatones las aplaste.

Recordad que estamos en una ciudad, de noche, currando, con unos zapatos resistentes y con poco tacto.

  • Mientras recojo la broza que me pueda encontrar por delante, sin querer, aplasto a un grupo de hormigas que estaba trabajando en restaurar su nido
  • Después de que el operario que lleva la manguera industrial, las riegue sin darse cuenta y destroce su línea o su nido directamente

No me lo podría perdonar.

Cuanto más mayor me hago, más chocho me vuelvo. Sufro por el perro abandonado, el gato abandonado, el pájaro que se ha golpeado contra una ventana y se queda atontado en el suelo un buen rato; esa araña que está super contenta creando su tela y pasa otro imbécil por un sendero y se carga -porque no se ha fijado para nada- su telaraña.

En fin, no acabaría nunca de poner ejemplos de las cosas que me afectan ahora más que antes.

¡¡¡Aplastar a un grupo de hormigas sin darme cuenta!!!

No quiero ni pensarlo.

Por eso, creo que lo mejor es disfrutar lo máximo posible, evitando que nos aplaste algún imbécil. Ni siquiera a una hormiga, que, por otra parte, nunca he sabido cuánto viven.

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