«Acuérdate de comprar el paquete de panecillos integrales. Que no se te olvide, porque con esta, sería la tercera vez que bajas a la calle para nada».
Entras en el súper y vas directamente al lineal de las pastas, bollería y pan tostado.
Aunque a veces no necesitas comprar nada, pasearte por el polo norte de los supermercados es muy agradable, y más, con la que está cayendo.
Treinta y tres grados a la sombra.
¡Dónde iremos a parar!
Leche, un pote de judías verdes, papel de váter, un pack de cervezas Turia, leche fresca y… los panecillos integrales.
Piensas para ti: «que sea la última vez que los compro. Saben a porexpán».
Llegas a casa sudado como un pollo.
¡Qué puto calor!
Recoges la compra.
Te apetece un panecillo con un poco de atún, una tira de pimiento escalivado y una oliva coronando la cima.
Abres el paquete.
Técnicamente hablando diría que desgarras el paquete.
De abrefácil nada.
Localizas las pinzas que usas para cerrar los paquetes de pan, galletas o magdalenas.
Cuando vas a guardar el paquete de los Krispolls te das cuenta de que había dibujado una línea de puntos con el texto «CORTAR POR LA LÍNEA DE PUNTOS».
¡Mierda!
Te acabas de cargar el cierra fácil, la forma de preservar mejor los panecillos y encima has de utilizar dos pinzas porque con una no tienes suficiente.
«A ver si con el siguiente paquete te acuerdas y utilizas la puta línea de puntos para abrir el paquete».