Mi padre nació en 1917 y murió en 1991. Yo nací en 1961 y aún está por ver cuándo me reuniré con él. Mi padre era un buen tipo. Sencillo, bonachón, don de gentes, alegre, con un punto de tristeza, soñador, demasiado confiado. Siempre tenía un sí para ayudarle a alguien que se lo pidiera, a cambio de nada.
Yo soy un buen tipo. Quizás no tan sencillo como él. Soy escorpión y según dicen, aunque somos buena gente, tenemos un lado oscuro, misterioso. Mi lado oscuro está detrás. De misterioso, puede…
También me considero bonachón, don de gentes, alegre, con un punto de tristeza, soñador, hasta no hace mucho, demasiado confiado. Siempre he sido de intentar ayudar a otros antes que a mi mismo.
Mi padre creía que si se compraba la enciclopedia catalana y la tenía en casa, por arte de magia o por alguna ley de atracción de la física cuántica, toda esa información le entraría en el cerebro sin necesidad de leer un libro.
Se compró toda la colección de «Aprende italiano sin esfuerzo». Eran como veinte discos pequeños. Creo que tenía un comediscos para escucharlos, pero también permanecieron en la estantería del armario para ser interconectados mediante rayos mágicos con su cerebro.
Lo mismo pasó con todo un juego de vidrios para fabricar un telescopio. Los compró. Los dejó en su caja y pensó como lo había hecho previamente con el italiano, la enciclopedia o tantas otras cosas que tenía por casa: —ya, si eso, lo hago más adelante…
Lo que sí se tomó muy en serio durante toda su vida fue el teatro. Le apasionaba la farándula. Hacer de director le llenaba de vida. Disfrutaba como un niño con su primer juguete. Irradiaba felicidad cuando preparaba una obra. Tenía tres grupos de teatro aficionados. Los de la parroquia de la Sagrada Familia, los de convergencia y los de la ONCE.
Recuerdo que esta pasión no la compartía con mi madre. Nunca la compartieron. Es una pena.
Bien. Volviendo a las semejanzas con mi padre, podría decir que yo también he repetido el patrón. Me compré toda la colección del curso de inglés (libros + cd). Una pasta. La veía mientras pasaba de la sala a mi habitación y de la habitación al baño. Ahí estaba, en la estantería esperando que un rayo cósmico entrara en mi cerebro y por un sistema cuántico, entrara en mi cerebro sin rozamiento alguno.
En 2004, me apunté a un curso de PHP que estaba subvencionado y aún así costaba una pasta. La duración del curso era de diez meses. Se suponía que te enseñaban todo, desde cero. El profe tartamudo y yo medio imbécil. Una mala combinación. Estuve yendo a clase, creo que menos de dos meses. Se pagó el curso al contado y nunca más se supo.
Recientemente, en julio pasado, me apunté a un curso que, supuestamente, iba a convertirme en un hombre de provecho. No digo que no le haya sacado algo bueno pero, comparado con otros compañeros del mismo, estoy como al principio. Pensando que igual, a través de un rayo cósmico, me iba a entrar toda la información así, de repente, sin esfuerzo.
Y como decía mi padre: —sant tornemi.
Ahora estoy liado con otro tema. Espero que esta vez no me pase como siempre. Tanto rayo cósmico me han dicho que no es muy bueno para la salud.
Me había olvidado. Los dos hemos coincidido en la escritura de relatos. Él, en poesía y yo en relatos de lo cotidiano.
Me encanta el título y toda la autoconciencia que transmite el relato. Yo me quedaría con la pasión por el teatro y por el escribir de ambos. Transmites autenticidad, ganas de vivir y mucho frescor con tus palabras.