Una vez a la semana, Lucas y Eva se encuentran para desayunar juntos y ponerse al día. Aunque hablan bastante a menudo, les encanta verse las caras para ver la reacción que produce alguno de los comentarios surrealistas de Lucas. Tenía que comprarse una camisa para el evento del 2 de abril y le pidió si podía acompañarlo.
—Ya sabes que tienes muy buen gusto. Por eso te lo pido. —Le comentó el miércoles a Eva.
No le gusta, en absoluto, ir de compras. Le fastidia entrar a mirar y no saber cuál será la mejor opción para que le combine con los tres pantalones que tiene. Le gusta todo y nada. Es bastante indeciso. Se quedaría todo lo del estante, pero se cansaría en seguida.
—Te conozco como si te hubiera parido. —Le comentó Eva cuando estaban a punto de entrar en la boutique.
—Aunque vengas con una idea preconcebida, es muy probable que no encuentres lo que estás buscando. ¿Por qué no te dejas llevar? Al o mejor te sorprendes.
—Vienes con la idea de encontrar aquella camisa con la que tanto éxito tuviste de joven. Ya no lo eres; recuérdalo. Ya tienes una edad y es posible que todos los detalles que me comentabas ayer en el desayuno, no los encuentres ni de coña.
Lucas sabía perfectamente que Eva tenía razón, pero es muy cabezota y sigue insistiendo en localizar esa camisa y no otra parecida. Esa. La de dos bolsillos con botones para que no se le caigan las seis cosas que lleva siempre encima. La del cuello de Mao. Esa camisa que no le pique en la piel. Lucas es muy sensible a los tejidos y casi siempre va con camisetas porque le molestan menos.
—¿Por qué no te das una vuelta por el segundo piso? Creo que allí tienen ropa más informal. —Mientras tanto, voy al baño.
Lucas le hizo caso. Se fue arriba, dio algunas vueltas por la planta de ropa informal y como era de esperar, no encontró nada que fuera de su gusto. No encontró esa camisa.
«Otro día vendré con más calma. Le haré caso a Eva. Las prisas no son buenas y crearme expectativas no es saludable para la mente».
Cabe la posibilidad de que la cague, como tantas otras veces, cuando aterrice en alguna tienda y se compre lo primero que vea solo por el hecho de haberla comprado. Y eso, teniendo en cuenta que es bastante prudente con las compras, pero no tanto con los gustos.
—Espero que no vuelvas a meter la pata. —Le dijo Eva con sorna. —De todas formas harás lo que te dé la gana…
Tener la idea fija de comprar una camisa que está en tu imaginación, no te deja ver esas camisas que aquí y allá pueden quedarte geniales.