Competencia

Todos sabemos que los ayuntamientos arreglan y mantienen las infraestructuras, calles, urbanizaciones, alumbrado y otras hierbas, según vayan viniendo o, en algún caso, por la influencia de sus vecinos.

Hay obras mayores y otras menores. Problemas gordos que se derivan de un accidente climático, como en el caso del Gloria que lo dejó todo patas arriba. Miles de kilos de troncos, brozas y vegetación, entre otros residuos, permanecieron en la playa demasiado tiempo, tal vez a la espera de llenar los tanques de combustible de las desbrozadoras, encargadas de recoger los escombros, por orden ministerial o vaya usted a saber.

Esos asfaltados que nunca llegan a las urbanizaciones más desfavorecidas de la población; esos agujeros que se producen en la calzada, con más de cinco años de antigüedad (como mínimo), abandonados a su suerte, sin que se les haga el mínimo caso, hasta que por casualidad de la vida uno de sus vecinos tenga un percance y eleve el tono de voz más de la cuenta. Esas obras interminables que empiezan en una legislatura y duran hasta la siguiente. Etcétera.

Todos quieren un semáforo en aquél cruce que atraviesa la población, para regular la velocidad de los fitipaldis. Esos luminosos o badenes que podrían haber evitado más de un accidente.

¿De quién es la competencia para arreglar los desaguisados? Con la iglesia hemos topado.

¿Quién es el responsable de hacer el agujero para plantar el semáforo en aquél punto kilométrico? ¿El MOPU, la Generalitat, el ministerio de turno, la Diputación o el propio ayuntamiento?

¿Qué administración pública se encarga de tapar los agujeros, o simplemente, de perpetrarlos para que otros los cierren?

Nadie se pone de acuerdo. Todos le echan la patata caliente al otro. No quieren asumir responsabilidades y, al final, la casa se queda sin barrer y tal día hizo un año.

Las administraciones se sacuden el muerto de encima y el humano que paga religiosamente sus impuestos, a ese que se le queda la cara de acelga, justo a ese, le darán mucho por el saco, como no podría ser de otra manera.

Eso sí, niégate a pagar los impuestos y verás con qué rapidez se ponen de acuerdo para sacarte hasta la última gota de sangre.