Colarse

No se trata de colarse en el metro, saltarse «la vez» cuando estás esperando para entrar en el cine que, con toda probabilidad, lo has hecho en algún momento de tu vida, -yo lo hice cuando estrenaron la Guerra de las Galaxias, allá por 1976-, o también te puedes colar mientras esperas subir al telesilla. Eso sí que es una gaita. No me gusta hacerlo y, por lo tanto, no creo que lo haga nunca. También te puedes colar en la fila del supermercado, así, disimuladamente, como quien no quiere la cosa…

Hay tantas formas de colarse según las circunstancias o el morro del quince que tenga cada uno. Por ejemplo, ahora mismo me ha venido a la mente cuando iba, y digo iba porque ahora, aunque también voy, no he de apagar ningún fuego. Pues, como decía, cuando iba más rápido de la cuenta en moto y llegaba a una curva muy apurado, la expresión colarse era muy acertada: colarse en la curva.

Colarse también se puede usar en el mundo literario. Me explicaré. Estás leyendo un libro interesante y de repente, sin saber por qué razón o qué inputs te han influido para actuar así, dejas el libro sobre la mesilla y empiezas a leer otro que se ha colado en tu línea de tiempo. El tiempo que utilizas para la lectura.

Hace unos meses, tomé un libro de la estantería «Einherjer», de Andreu Sauleda. Estaba inmerso en la lectura y cuando faltaban 66 páginas, quedó congelado encima de la «mesilla de día», ya que la «mesilla de noche» la tiré hace un montón. No la usaba para nada.

A mis manos llegó, a través de mi ilustradora Anna Verdaguer, un libro hipnótico: «Crónica del pájaro que da cuerda al mundo», de Haruki Murakami. Su lectura me ha provocado noches de insomnio. No podía dejar de leerlo. ¡¡¡Buaf!!! Qué pasada. Hacía tiempo que un libro no me absorbía tanto el coco como este. Incluso otro del mismo autor, «Tokio Blue», que también hizo estragos en mi cerebro. En aquel momento estaba leyendo «El elemento» de Ken Robinson y el de Tokio Blue se coló en medio.

Un buen libro es mucho mejor que cualquier droga, sobre todo para los que ni siquiera fumamos. En la vida de uno se pueden colar títulos tan apetecibles como los de Dan Brown, frente a libros menos interesantes. Todo dependerá de las ganas que tengas de colarte en la historia que te cuentan.

A propósito de colarse, estaba a punto de escribir la continuación de «Qué le echan a la sopa» con un título tan sugerente como este «Definitivamente, echan algo a la sopa» y se ha colado este que acaba aquí.

Ya no te doy más la tabarra… de momento.

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