Tengo la sensación de que no todas las pieles tienen el mismo calibre. Existen las pieles sensibles, las duras, las curtidas, las resbaladizas, las inalcanzables, incluso las que se maquillan para no aparentar lo que hay debajo.
Hasta esta tarde y de una manera fortuita no me he dado cuenta de hasta qué punto ni todas las pieles ni todos los oídos interpretan la información de la misma manera ni con la misma tensión.
Un comentario formulado con mucho respeto pero con muy poco acierto, por lo que he podido comprobar, en los oídos equivocados, en los que no están preparados para soportar, ni siquiera, una ligera tensión acústica, puede generar la peor de las interpretaciones posibles. La que está más alejada de la idea principal del comentario.
Pensaba que los expertos en frases y emociones transparentes tendrían la facultad de discernir cuando un comentario es absolutamente neutro y cuando no. Hoy he podido verificar que no es así. Doy las gracias a las experiencias adquiridas en estos últimos días porque me han curtido la piel y los oídos de golpe. De no ser por este aprendizaje tan extraordinario, seguro que hubiese reaccionado mucho peor.
Hoy he recibido un gran chasco pero también mucha serenidad.