¿Qué coño pasa con los trenes de Cercanías? ¿Por qué van siempre con retraso? Si ya se sabe que siempre andan fuera de hora, ¿por qué no salen más tarde? De esa forma, igual se ahorran el retraso. O quizás, no es una cuestión de a qué hora salen del origen, sino que el retraso se va acumulando a medida que atraviesan las estaciones. No es una ciencia exacta. Es una cuestión más metafísica.
Los retrasos en los trenes de Cercanías, se han institucionalizado. Si no hay retraso, no mola. Pero, ¿no se puede hacer algo para que esto no pase? ¿Siempre, siempre, siempre, han de repetir esa frase de: Lamentamos el retraso del tren bla, bla, bla… Disculpen las molestias? ¿Cada día? Y para colmo, no se entiende una mierda. O el robot no vocaliza o no lleva dentadura.
Por suerte, Lucas no usa mucho el tren. Lo utilizó bastante una temporada de su vida, en agosto y septiembre del 2019. De eso ya hace mucho, pero los retrasos se repetían igualmente. Suerte que la bajada a la capital se respetaba bastante. El problema era a la vuelta. Cansado como estaba, tenía que esperarse en la estación, tirado en una de esas butacas metálicas, como mínimo, veinte minutos, en el mejor de los casos.
Una noche se incendió la máquina de no sé qué convoy y tuvieron que evacuar la estación entera. Ese hecho provocó que los trenes salieran de la estación una hora y media más tarde. Suerte que al final funcionó todo con «una cierta normalidad», sino, ya ves a Lucas durmiendo en mi casa.
Ayer martes, tuvimos que bajar a la ciudad condal, para una visita médica programada desde hacía más de dos meses. Al ser privada, no tuvimos que esperar los casi dos años que te dan en las SS. Para no perder la costumbre, tanto a la ida como a la vuelta, el tren venía con retraso. La ida se hizo más liviana. El delay era de nueve minutos. La vuelta fue más jodida. Treinta minutos de retraso. ¡Qué raro!
Podíamos haber subido a un tren anterior que hacía la misma ruta, pero que finalizaba el recorrido dos estaciones antes de llegar a casa. Cuando llegó al andén, todos los trolls y orcos, subieron en estampida como si no hubiese un mañana y, desde nuestra posición de observadores, decidimos esperar al siguiente. ¡Somos unos inocentes! El siguiente no llegaba. Pues eso. Treinta minutos bajo tierra, con un calor del copón, esperando que su señoría #eltrendecercanias, tuviera la amabilidad de aparecer por el fondo del túnel.
Por fin, dos luces asomaron por el sur. ¿Sería nuestro tren? No. Se quedaba a dos paradas de casa. ¿Lo cogemos? Vale. Mejor esperar al aire libre que sudar la cansalada. Casi dos horas más tarde, llegábamos a casa.
Otra aventura más que contar a nuestros nietos. El que los tenga…