Cambiar de decena siempre da un cierto vértigo. Pasas de tener cuarenta y tantos a cincuenta y tantos. Otros están por debajo y otros por encima. Todos tienen de una forma continuada exicstantos. ¿Qué pasa cuando llegas al nueve? Sabes que a un año vista, el primero de los dos números habrá cambiado al superior. Sabes que no hay vuelta atrás. Los guiones de las películas fantásticas no se manifiestan en la realidad.
Hace pocos días, una que yo me sé, pasó de treinta y nueve a cuarenta. 39+1. Suma y sigue. ¿Cuántos tienes? —le preguntan—. Cuarenta. Solo cuarenta.
Hoy cumple la siguiente de la lista. Sesenta y tantos. Ese «tantos» se podría traducir como un «casi, pero aún no». Aún le queda todo un año para disfrutar de ese número mágico para algunos, extraño para otros y en el caso de esta muchacha, uno más porque ella lo vale.
Hoy Aurorita, la tata, la yaya piyaya, la hermana mayor, la coneja, hoy celebra sesenta y nueve en el calendario gregoriano. LXIX, en números romanos.
Solo es un número, de hecho, dos juntos. Los años no se miden por cantidad. La calidad es lo importante. Las anécdotas que se explican a medida que cumples años, cada vez son más poderosas.
Los años no pasan en balde. ¡Vayámonos todos a Balde!
Para nuestra pisidrinkins tampoco. ¡Paese mentida la edad que tiene! Si aparenta no más de cincuenta.
Menos lobos caperucita. Menos lobos.
Y aunque los aparentase, tal como es ella, le importaría una mierda como un castillo.
Muchas, muchísimas felicidades de todos los que la amamos.
El tiempo no existe !