Este título da pie a pensar que después de un buen café y más si es a primera hora, seguro que tendremos que visitar el baño.
Organicemos la agenda antes de empezar la jornada laboral.
Como que se trata de una boutique que hace de despacho, abriremos a las 10 a.m.
Procuro llegar treinta minutos antes para (como dice Google, a ver si voy a tener suerte) encontrar aparcamiento antes de la hora de apertura del showroom que es el nombre fino que le han puesto a las tradicionales tiendas de racholas de toda la vida.
Ya tengo una edad y pedí que me instalaran un motorcito para levantar la persiana.
Entro, desactivo la alarma y pongo en marcha el socio pasivo de las grandes compañías eléctricas. Suerte que la instalación está preparada con bombillas de bajo consumo, que sino sería una ruina.
Son las 10:10 a.m.
Todo está operativo. Los ordenadores en marcha, esperando a que llleguen los miles de presupuestos, peticiones, reservas de visitas, etc.
No damos abasto.
Una vez que la maquinaria está preparada, engrasada y a punto, es hora del café.
Un Nespresso corto, fuerte, sin azúcar, con un punto de regalíz, es mi favorito.
La cafetera está detrás de un biombo chino que compré en los Encantes el verano pasado. No es muy elegante, pero me trae buenos recuerdos de un viaje que hice cuando era joven, con mi mochila y mis greñas, por el sudeste asiático.
Entré en la tienda de cachivaches.
En una esquina oscura del establecimiento, detrás de un ventilador blanco y tres baúles de mimbre, encontré el biombo. 45 euros. No me lo pensé dos veces.
Lo tengo instalado en la trastienda de la boutique, cerca del baño unisex, con piezas de Marazzi.
Del armarito auxiliar que está en el pasillo de acceso al baño, saco una taza negra de porcelana. Es mi favorita.
Por suerte, sólo la utilizo yo. El resto de colaboradores toman té, mate y uno bastante rarito que entró hace una semana, no hace más que beber coca-cola.
Las tradiciones están para cumplirlas. Cuando es tu momento café, te apetece saborear, no solo el líquido, sino también ese instante de placer que produce llevarte la taza a los labios, olerlo, notar la temperatura perfecta…
Puede que te lo tomes de pie, apoyándote en la esquina de la mesa de reuniones, deambulando por la boutique mientras piensas cómo vas a encarar el día, o simplemente, en tu butaca favorita… ¡¡¡Hay tantas formas de tomarte un café!!!
Sueltas en voz alta cuatro improperios tan detestables que incluso te sobresaltas al decirlos.
—Macaguntot vaparir, però quins collons…—
Tu taza favorita está en el fregadero.
—No recuerdo haberla dejado ayer sucia.—
No quedan cápsulas para la cafetera. NINGUNA.
Del calentón, te vas al baño porque te ha venido una urgencia.
—Será posible? —Collonsdedeuvaparir…
Al rollo de papel le quedan tres centímetros mal cortados. No hay otro a la vista. La situación no es la más idónea para salir del bathroom y cagarte en todo lo que se menea.
Se oye el zumbido que se activa cuando entra alguien en la boutique.
Desesperado, quieres que se te trague la tierra.
—Me van a oir. Y tanto que me van a oir. —Esto ya pasa de castaño oscuro.
Al final, tendrás que llevar en tu cartera de mano Louis Vuitton, una taza negra de porcelana para el café Nespresso y un rollo de papel de váter de doble cara porque esto ya se ha convertido en la selva.
Toda esa escena idílica que te habías imaginado al principio de la mañana, se ha ido a la mierda, por la poca solidaridad laboral.
Te calmas.
Mañana será otro día.
—¡Ostras! Pero mañana es viernes. La Mercè. Fiesta en Barcelona.
—¿Tendré que esperar al lunes para cagarme en alguien?