Te encuentras con un amigo al que hace cantidad de tiempo que no veías. Te lo cruzas en el sitio más típico para encontrarse con viejos amigos que hace tiempo que no ves. Es decir, en la mitad de las escaleras del metro, cerca de la salida, en hora punta. El médico te dijo que no utilizaras las mecánicas: —Tienes que mover las piernas. Me lo agradecerás. ¡Ah!, y deja ya el tabaco. Sabes que fumas cantidad…
Si la palabra sale de la boca de un/a tipo/a de otra época, «namorao/namoraa» de otro/a humano/a o de alguien de su familia, la frase sonaría parecido a esto: —te quiero cantidad y lo sabes.
Y si el protagonista de la frase es un crío en la edad de colección (tengui / repe / falti) que, seguramente, con la paga o semanada que le dan sus padres, se lo patea en sus estupendos coches, futbolistas, animales del mundo, minerales, motos, paisajes o mil cosas más, la palabra tendría un significado de mogollón: —Coño. Tengo cantidad del leopardo. Siempre sale el mismo.
Si nuestra protagonista es una mujercita flaquita, porque está de moda en el siglo XXI, a diferencia de otras épocas en las que una mujercita flaquita tenía el aspecto de enfermita más que de sanita, una frase muy socorrida cuando sale del agua, en la playa, podría ser: —Hoy hace cantidad de frío. Pásame la toalla, porfi.
Estás en una partida de póker, en la trastienda de un bar de mala muerte. Cinco tipos, con cara de asesinos, están sentados alrededor de la mesa redonda, con un tapete verde que la cubre, quemado por los puros de tantas partidas ilegales. Una lámpara que enfoca justo encima de sus cabezas. Esas ronchas que dejan los vasos con alcohol, efecto de la condensación o simplemente, porque el tipo de turno se ha cabreado y ha dado un golpe con la palma de su mano en el tapete, con el más que probable derrame del líquido. Ese bar, con una puerta metálica, que está detrás de la cortina de macarrones roñosos, con salida a un callejón siniestro en el que solo hay una bombilla de 25 vatios que no hace buen contacto y tintinea. Levantas la voz con un tono imperativo: —Veo lo mío y la cantidad de fichas que hay encima de la mesa.
La palabra cantidad se podría utilizar cantidad de veces y es muy probable que no haya suficiente cantidad de papel para escribir tanta cantidad de chorradas.
Por cierto, Lucas, ¿qué cantidad has vendido? —¡Wala! No se han impreso aún y ya van siete.