L: Lucas – G: Gertrud – N: Narradora
—(L) Hola, Gertrud. ¿A qué hora quieres que venga?
—(G) A la que tú quieras.
—(L) ¡Ostras! Tú, como siempre, no concretando nada. Me tienes frito.
—(G) Vale. Pues vente pa las doce y media.
—(L) ¿Tan pronto?
—(G) ¿Ves como te gusta tocarme la pera? Si no te digo, porque no te digo y si te digo, protestas. Ven cuando te salga de los huevos.
(N) Este 26 de diciembre, se reunía toda la familia en casa de Ángela. Le apetecía celebrar las navidades en ese peazo mesa que se compró con los ahorros de la reunión del tuppersex del otoño pasado.
(N) Ya que Angela no tenía tiempo ni para pintarse las uñas de los pies, le encargó a su sobrina Gertrud que hiciese los canelones. Tiene mucha traza en la cocina. Pero a Gertrud, como siempre, se le amontonan las tareas y no le da la vida.
—(G) Cuando vengas para acá recuerda traerme la harina, la nuez moscada y la canela en rama. Con tanta lista y tanta mierda, se me olvidó comprarla en el Lidl.
(N) Lucas, que es muy apañao, aprovechó el viaje para comprar cuatro cosas pa su casa.
—(L) —Cerveza, que no falte. Creo que estos espárragos irán bien antes de los canelones que hace Gert. Me acuerdo aquel día que preparó doce piezas para cuatro humanos y nos salían por los ojos. ¿Qué bien cocina la cabrona?
—(L) —A las doce he de estar en casa de Gert. Que no me olvide nada.
(N) Lucas subió al coche heredado y volvió a casa pitando. Había quedado en casa de su sobri para ayudarle a hacer los sesenta y nueve canelones que pidió Angela. Mientras se dirigía a su casa pensó en el número de canelones. —¿Qué cifra más interesante?—
//Suena el timbre//
—(L) Hola.
—(G) ¿Ya?
//está subiendo las escaleras
—(L) Mecagüento… me dejé la canela.
—(G) ¿Y luego dices que soy yo la que se olvida de todo? ¡Qué huevos los tuyos!
(N) Aunque la cocina de Gert no es muy grande, tiene controlado hasta el último centímetro de la mesa de operaciones, como la suele llamar. Un día hizo una empanada de atún para doce y aún le quedaba espacio para preparar aquél pastel de mango que estaba de muerte.
—(G) Venga, espabila, que no tenemos todo el día. Pareces atontao. Desde que curras en la embajada te has vuelto más tonto de lo que eras.
—(G) ¿Ya te has lanzado a los brazos de Irene o piensas esperar a que la encandile otro?
—(L) Prefiero no hablar de eso, si no te importa.
—(G) //burla// prefiero no hablar de eso, prefiero no hablar de eso. ¡Serás melón! Bueno, haz lo que quieras, pero ahora que la tienes a tiro, yo no perdería la oportunidad.
(N) Irene es una mujer bellísima que trabaja a dos mesas de distancia de Lucas. Cuando entra en la oficina de la tercera planta, deja tras de sí ese olor a limpio, a auténtico que se volatiliza por la sala y se le mete en las narices a Lucas y que lo tiene too loco, pero como es más vergonzoso que una avestruz, se quedará para vestir santos.
—(G) Ya que te has olvidado la canela, haré una mezcla muy suave con miel y nuez moscada que vi el otro día en el yutube. Te vas a cagar. De hecho, os vais a cagar.
—(L) ¿Corto la cebolla finita o la paso por la picadora?
—(G) No hace falta. Usa el cuchillo y vigila no te cortes como el mes pasado. Menudo susto nos diste, burro. Te lo advertí como siete veces: cuidado con este cuchillo nuevo, pero como te entra por una oreja y te sale por la otra, no me hiciste puto caso. Te está bien merecido.
(N) La hora de llegada a casa de Ángela estaba prevista para las dos y pico de la tarde. No hay manera de quedar antes, pero la familia ya está más que acostumbrada. Así que no les viene de nuevo.
—(G) ¿Te has enterado de lo de la Pili? Ya sabía que tarde o temprano se encontraría con la horma de su zapato. La tía puta. Se enrolló con el vecino del cuarto y su marido -qué penica me da el pobre, mira que es un trozo de pan- no se habría enterado de no ser por la arpía de su cuñada. Tal para cual. ¡Cómo está el mundo! Cuando menos te lo esperas, te meten unos cuernos que te llegan al techo.
—(L) A mí, todos estos chismes de pueblo, me la sudan. Ya tengo bastante con el curro en la embajada como para preocuparme por los cuernos de la peña.
(N) La masa de los canelones estaba cogiendo ese color miel, acaramelado típico de Gertrud. Le encanta teñir los alimentos con cúrcuma y jengibre. Les da un toque mágico y un sabor inigualable. La cebolla, el tomillo, la zanahoria en juliana, los cien gramos de cáñamo, ingrediente que pilló en un programa de cocinitas por el mundo, le daría un sabor cercano al éxtasis.
(N) Todos los ingredientes estaban en marcha. El pastel lo dejó reposando en la mesa de la terraza. Para ser diciembre hacía un calor anormal; así que dejó la doble puerta de la terraza entornada para no dejar huellas de mantequilla en los cristales.
—(G) ¿A qué hora has dicho que hemos de estar en casa de Ángela?
—(L) Creo que dijo que sobre las dos de la tarde, para no perder la costumbre.
—(G) ¿Pero no me has dicho a las dos y pico? ¿A ver si te aclaras, macho?
(N) Los canelones estaban a punto. El pastel de zanahoria a temperatura ambiente. El zumo de hortalizas que iba a acompañar a los entrantes estaba casi listo. No se entiende cómo le saca tanto partido a las cocinitas y en cambio va tan de culo por la vida. Da lo mismo, Gertrud es una mega crack, cuando le da la gana.
(N) Desde la casa de Gertrud a la de Angela hay como cinco minutos a pie.
—(L) ¿Vamos andando, no?
—(G) Si te parece, podemos coger el bus de línea que nos deja dos calles más abajo. ¡No te amuela!