Cada vez menos

Hace dos años decidí no comer carne de cerdo. No fue por prescripción médica.

Lo decidí así, sin más.

Bueno. Sin más, sin más, no. Fue después de ver un documental, pero no haré ninguna referencia a lo que ví.

A lo largo de estos dos años, me he portado bastante bien.

Solo en dos ocasiones me he saltado la prohibición. Alguna butifarra ha caído en estos últimos tiempos.

No pretendo ser vegetariano, ni presbiteriano, ni marciano.

Simplemente, en un momento dado, decidí reducir de mi dieta, lo máximo posible, la carne de los animales de cuatro patas, y últimamente, de dos.

De los que tienen escamas no hablaré, de momento.

Verdura, mucha verdura. Huevos, pasta, arroz, legumbres, entre otros alimentos, es lo que, desde siempre, pero mucho más ahora, es lo que engullo con más asiduidad.

¡¡¡Ah!!! Me olvidaba. Descubrí hace poco el sabor del tofu. No es que sea santo de mi devoción, pero se puede comer.

De la carne de los animales de 4 y 2 patas, me aburrí hace tiempo, pero de vez en cuando, el cuerpo me lo pide y, muy a pesar mío, me tiro al cuello de alguna hamburguesa de vaca, aunque si puedo, lo evito a toda costa.

Cada vez como menos carne. Así, nunca podrán decir de mí que soy carne de cañón.

Un poco coñón, sí.

Ostras. Las 16:30 h. Voy a preparar los bocadillos para la noche. Hoy toca atún con mayonesa, dos pimientos de adorno y una oliva rellena a modo de corona.

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