Ayer tocaba bajar a Barcelona. Cada vez me cuesta más. El motivo era un encuentro con mi hermana para tomar un té y hablar de trabajo.
A una hora en concreto me tuve que ir (aprovechando la confianza) porque tenía una visita entre nuestras dos reuniones. Entonces, con la mascarilla puesta, ya me veis paseando por Barcelona, sin rumbo fijo, para hacer tiempo, hasta la siguiente reunión.
Mientras caminaba, más bien, deambulaba, me dediqué, de una forma discreta, a observar a las personas con las que me cruzaba. Casi todas con mascarilla, a excepción de las que hablaban por el móvil o las que estaban fumando. Eso sí, no sé si fue casualidad o no, pero cada 30-40 segundos, se la bajaban o quitaban para hablar. Incluso para mirar la hora, aún teniendo reloj, como pude comprobar.
¿Será el móvil una buena excusa para quitarse la mascarilla más veces de la cuenta? Otro día haré más comprobaciones.