La palabra bronquitis, ¿viene de bronca?, porque la verdad, es una bronca tener bronquitis. Te duele todo menos el estuche en el que guardas el termómetro. Y cuando digo todo, incluyo además el dolor emocional que se produce al no poder practicar lo que más le gusta a Lucas: esquiar.
Todos los jueves, a no ser que ocurra una catástrofe, Lucas y sus colegas, hacen un kit-kat semanal. Ya lo he comentado en otras ocasiones. Es su día de contacto pleno con la naturaleza, con el olor a frío, con la brisa que se cuela entre las ramas de los abetos. El cielo azul se impone en toda su extensión.
Todo eso es muy bonito siempre que no haga mal tiempo que, en ese caso, ni cielo azul ni puñetas. En un día con niebla, no llegas a divisar ni la punta de los esquís. Pero hoy parece ser que no es el caso.
Ya que Lucas no iba a subir a la nieve, le pidió ayer a Larry que le enviase alguna foto de la estación, del estado de las pistas. Las fotos de nieve son como una droga. La necesita para cubrir, aunque sea de una forma mística, esa falta de dosis blanca que se chuta una vez a la semana.
Lucas lleva días con el mono. No puede ir a entrenar con la bici. No puede salir a caminar. No puede ir al curro. No puede, no puede… Es un rollo. Es una bronca de bronquitis bronquítica.
Este lunes pasado fue de urgencias al médico del ambulatorio. No estaba su doctora de cabecera, pero al menos fue visitado con una cierta rapidez.
—En primer lugar, ¿podría indicarme qué le pasa?
—Pues verás, resulta que…
—A ver, levántese el jersey y la camiseta hasta aquí. Vale. Ya está bien.
—Respire profundamente y aguante por unos segundos el aire.
—Suelte el aire. Repita el proceso.
Qué manía tienen los médicos con hablarte de usted. Ni que estuviéramos viviendo en la época victoriana. Tampoco tenemos tantos años. Esa forma de hablar me pone de los nervios.
—Diría que es una bronquitis en toda regla, pero para asegurarlo, le recomiendo que vaya ahora mismo a urgencias del hospital para que le hagan una radiografía.
Y dale. Otra vez con el usted. ¿Será por educación? No le demos más importancia, ¡vale!
La hermana de Lucas vive en la misma calle del ambulatorio. Así que en cuanto salió se fue a su casa a contarle lo que le había dicho el médico que le hablaba de «usted».
—Hola Eva. El médico me ha dicho que vaya a urgencias ya mismo. Parece ser que tengo bronquitis.
—¡Coño! (su hermana es muy fina).
—Voy a buscar el coche al garaje y nos vamos para allá.
El hospital queda a diez minutos de casa en coche.
Entraron en la sala de urgencias a las 19:20 h. Lucas explicó el motivo por el cual el médico lo derivó al hospital y les invitaron a tomar asiento.
A los diez minutos de estar cómodamente apalancados en esas sillas de plástico, sonó su nombre por megafonía.
—Lucas, pase por la puerta 3, en la que pone Triaje.
—Ostras. Qué bien. Qué rápido.
—¿Por qué ha venido? Le preguntó la enfermera.
—El médico del ambulatorio que me ha visitado de urgencias, me ha dicho que posiblemente tenga bronquitis y que sería conveniente hacerme una radiografía.
—Ok. Espérese afuera que ya le llamarán.
—Gracias.
Las 19:45 h.
Iba pasando el tiempo a cámara lenta. Lucas y su hermana no sabían cómo sentarse. Las sillas de la sala de urgencia no son precisamente muy cómodas. Quizás están hechas expresamente así para que no te duermas.
Las 20:30 h.
Eva, se levantó para ir al lavabo, pero antes, dirigiéndose hacia Lucas, le dijo algo como «seguro que ahora entro en el baño y te llaman por megafonía». La famosa ley de Murphy.
Pues no. No lo llamaron. Ni siquiera en la hora siguiente.
Las 21:30 h.
Lucas y su hermana llevaban rato hablando bajito, valorando la posibilidad de tocar el dos.
—Que ni siquiera te den una pista de lo que van a tardar me parece una barbaridad. Comentó Eva tapándose la boca con la mano.
Lucas, a las 22:15 h se dirigió otra vez al mostrador para preguntar qué previsión tenían para recibir la visita y la respuesta que le dio el administrativo lo dejó helado.
—Cuando entre en el box, igual tiene para tres horas más. No puedo concretarle otra cosa.
En ese momento, Lucas pensó solo en su hermana que llevaba con él desde las 19:20 h, sentados en esas sillas de plástico.
—¿Tres horas más, ella aquí afuera y yo adentro? Y una mierda como una olla.
Se acercó a su hermana y le comentó la respuesta del administrativo. Con mucho aplomo, se levantaron de sus sillas, se pusieron los abrigos y decidieron abandonar la sala de urgencias del hospital y largarse a casa. Así que Lucas lo notificó en el mostrador y se piraron.
La estrategia del día siguiente consistía en hacerse una radiografía por lo privado y listo.
Todos sabemos que la sanidad pública es lo más. Hay muchos países que carecen de ella y ponerse malo es una putada, ya que los usuarios se lo han de costear todo y no es barata precisamente.
En las películas americanas como Urgencias o Dr. House, el administrativo de turno irrumpe en el box pidiendo los datos de la compañía aseguradora del enfermo. Y en muchas ocasiones, el personaje o sus familiares dicen que no disponen de seguro médico. Automáticamente las cosas se complican y los tratos ya no son los mismos.
Aquí, en este país, deberíamos dar gracias por tener una sanidad pública. Querer privatizarla sería la sentencia de muerte para muchísimas familias que están por debajo de los niveles de pobreza o tocando fondo, como se suele decir.
Así que, aunque hemos de dar gracias por ello, lo que le pareció una locura a Lucas y a su hermana, fue que no les dieran ninguna pista del rato que deberían permanecer allí sin hacer absolutamente nada, más que esperar y desesperarse.
La estrategia del día siguiente consistía en llamar a las dos mutuas privadas que hay en la misma población donde está el hospital y la que antes descolgara el teléfono, allí que iría. Como no podía ser de otra forma, una de las dos respondió. Lucas hizo las preguntas pertinentes y la administrativa de turno respondió de una forma muy transparente.
—Entonces, le reservo una cita para las 15:00 h.
—Perfecto. ¿Puede deletrearme su nombre? ¡Ajá! Ok. Perfecto. Hasta la tarde.
Lucas entraba en la mutua a las 15:00 y a las 15:30 ya llevaba puestas las zapatillas y sentado en el sofá de su casa. Pensó: «Ostras, qué rápido han ido. Ya podrían haber tardado lo mismo en la Seguridad Social».
Mañana tiene visita en el ambulatorio. A ver qué le cuenta su doctora de cabecera. Esperemos que todo salga bien y lo antes posible pueda volver a practicar su deporte favorito, sin tener que sacar los pulmones por la boca por culpa de un estornudo.
Un momento.
…
—¿Qué me dices? ¿Puedes repetir más despacio? No te acabo de entender.
—¡Ah!, qué susto me habías dado Lucas. Pensaba que te había pasado algo.
—Vale. Ok. ¿Así que sólo ha sido un mega estornudo? Tápate que hace frío.
En resumen, está prohibido ponerse enfermo, eso me digo a mi misma, si no quieres pasarte el día o días en el hospital. Ponerse enfermo es inevitable por otra parte, lo entendí cuando estuve ingresada por una litotricia.
Mi dieta es de lo más variada, porque el pánico a ponerme enferma también lo es.
Pero he llegado a la conclusión de que no depende de nosotros.
Y eso que hay gente que parece que lo busque, fuman, beben, comen grasas y nada.
En fin, somos muchos más y los médicos muchos menos.
Y en esta sociedad sólo prima una cosa Poderoso caballero es Don Dinero.