Los más expertos dicen que, por lo menos, has de escribir dos o tres posts por semana. Otros, en sus artículos, comentan que con uno cada siete o quince días, tienes suficiente.
Lucas se pasaba estas reglas por la entrepierna. Hasta no hace mucho, había llegado a escribir hasta seis posts en cinco días. De esta forma, tenía margen para descansar los otros dos.
Últimamente, ha bajado el ritmo. Cree que es debido a una mezcla entre sequedad cerebral y un uñero que le salió en el dedo meñique. Está convencido de que algún borne se le ha desconectado y no piensa con claridad.
Un amigo suyo, Biel, le comentó hace un par de días que no se preocupe para nada, ya que esto le pasa a todo el mundo. A todos los que sean escribas, por supuesto. No le pasa a un carnicero, a un alpinista, ni al celador del ambulatorio o al vendedor de periódicos. En cambio, a los escribas, escribientes o aprendices de escritor, como es el caso de Lucas, sí.
Ayer me lo encontré en la playa dándole patadas a las ramas que el Gloria trasladó, hace años, del interior de las rieras a la orilla del mar. Le pregunté por qué les daba patadas y me respondió que estaba buscando el ritmo, la inspiración, el duende.
¿No sería mejor, digo yo, que en vez de darles patadas, recogieras algunas ramas y te arreglaras la barandilla de la terraza que hace dos meses que está rota?
Ni caso.
Espero que Lucas encuentre otra vez el ritmo porque ya van quedando menos ramas y a este paso le va a dar patadas a las conchas que, por otra parte, no hay tantas como ramas.
Hace días que tiene un listado de personas encima de la mesa. Les debería enviar la famosa invitación a la inauguración de su nueva sede, pero me dijo que ni está inspirado ni tiene tiempo de pensar qué poner en la invitación.
Le dije que tranquilo, que ya le llegará la inspiración y que si no llega, siempre le quedarán las ramas de la playa para patear.