¡Ojo! No funciona

Tres meses, seis, quizás nueve. Diría que más.

No estoy seguro de cuánto tiempo lleva colgado el cartelito, en la puerta del baño, con el texto «¡Ojo! No funciona».

¿Acaso lo de ¡Ojo!, entre signos de admiración, está escrito aposta? ¿Lo hacen para que lo tengamos en cuenta o, simplemente, quien lo escribió se había permitido una licencia gráfica?

Para asegurarse de que nadie, absolutamente nadie, lo utilizara, engancharon en forma de estrella, cinta de embalar para que ningún individuo tuviera la mala idea de plantar su culo en la taza del váter.

¿De verdad que se ha de tardar tanto en arreglar una simple avería? ¿Tan complicado es o parece?

Es muy probable que solo sea un atasco. Tal vez, al último que lo usó, se le caería el anillo de boda por el desagüe y por no meter la mano en esa zona de dudosa naturaleza, pensó que ya lo haría otro.

Tres, seis, tal vez nueve más, seguirá estropeado. También es más que probable que nunca lo arreglen. Lo dejen por inútil. Total, tampoco pasa nada; eso debió de suponer el técnico que, por otra parte, aún estamos esperando a que venga. Hace cuatro años que sigue colgado otro cartel que reza así «No funciona. No tocar». Y sigue sin funcionar, pero el cartel ya lo podrían cambiar. Está descolorido y medio colgando.

¿Desidia, procrastinación, hastío, pereza? Cualquier adjetivo de estos me vale.

A este paso, los operarios tendrán que venir de sus casas meados y cagados, no sea que les coja un apretón de última hora en el vestuario y se encuentren los tres urinarios y los tres váteres con el cartelito de ¡Ojo! No funciona y más de uno se cague en su p… m…