Tres meses antes, le comunicaban a Oswaldo que, lo antes posible, le practicarían una biopsia de próstata porque en las últimas analíticas, uno de los índices, el PSA, le había salido un poco alterado.
Antes de pasar por el quirófano, tenían que programarle una ecografía y si los «aliens», que haberlos haílos, quedaban camuflados, se decantarían directamente por una resonancia magnética. Con esta última prueba, no se puede esconder ni el tato.
Ecografía, realizada. Resonancia, realizada. Ahora solo quedaba esperar. ¿Para cuándo sería la prueba? Si tardaban bastante, el pronóstico era, aparentemente, favorable, pero, ¿y si le daban prioridad? ¿Quería decir, entonces, que las noticias no serían buenas?
Desde la resonancia hasta la visita del urólogo no pasó ni un mes. ¿Acaso iban a darle por el saco? En principio, no tenían por qué, pero con esto de los «aliens» nunca se sabe.
Mañana le practicarán una biopsia con sedación rápida. ¿Y eso qué e lo que e…?, se preguntaba esta mañana Oswaldo. No tiene excusa alguna. Podía haberlo preguntado, pero se acostó tarde y aún estaba medio dormido.
En el hospital le dijeron, hace una semana, que le llamarían sobre las 11:30 h. El anestesista, que se adelantó una hora, le llamó a las 10:20 h.
—Hola. Me llamo Anastasio y soy el de la anestesia. Tengo que hacerte algunas preguntas.
—¿Cuánto mides y cuánto pesas?
—¿Fumas, bebes?
—¿Practicas algún deporte?
Oswaldo que aún estaba bastante espeso, le respondió:
—176. 83 kg
—No. Cerveza, poca*.
—Sí.
*Qué hostia tienes chaval…
Vale. Aparentemente, es una intervención fácil, pero sabiendo que ocurren tantas torpezas, hasta que no le prometan que podrá tocar la guitarra, no estará del todo tranquilo. Es la ilusión de toda su vida.
A ver qué le depara el día de mañana.