Domingo, 16 de octubre. Encuentro familiar en el Montseny. Comida tradicional, como otras veces, en Can Net de Mosqueroles. Teníamos que ser doce bocas, pero al final nos sentamos nueve alrededor de la mesa.
Del grupo familiar, dos iban en moto. Salieron antes para hacer una mini vuelta y disfrutar de sus motos. Sant Cebrià de Vallalta, Sant Iscle, Arenys de Munt, Vallgorguina, Sant Celoni, ¡Queeeee! No nos lo podíamos creer. A la salida de Sant Celoni en dirección a Santa Fe del Montseny, calculamos, a bulto, que habría unos dos millones de coches… Vale, es una exageración, pero seguro que eran más de ochocientas latas obstaculizando todas las calles, salidas, pasajes, aparcamientos provisionales que, con la mejor de las intenciones, algunos voluntarios del parque, intentaron recolocarlos como podían.
En la carretera que pasa por Campins hacia Santa Fe, centenares de coches. Tanto en la subida como aparcados en los márgenes de la misma, coches, coches y más coches. Gente pululando por todas partes. Parece ser que regalaban algo en el parque natural del Montseny. Si no, no lo entiendo. ¿De dónde salieron tantos humanos?
La idea era parar y tomarnos un aperitivo en l’Avet Blau, un bareto de carretera situado un poco más arriba de Santa Fe. Imposible. Decidimos seguir dos kilómetros más y parar cerca de una casa a la que le pusimos, hace muchos años, el título de monasterio. Por suerte, dos coches aparcados. Paseíto por el bosque. Silencio.
Teníamos mesa a las 13:30 h.
Cuando regresamos hacia las motos, el tipo de un coche que, seguramente, se equivocaría de lugar, nos pidió fuego. No le funcionaba el encendedor del vehículo. Para nuestra sorpresa, comentó que se volvían porque no habían encontrado ni setas ni castañas.
Los dos nos miramos y sin decir nada, pensamos lo mismo. ¡Toda esta marabunta de gente que ha invadido el Montseny, ha salido para lo mismo! No me extrañaría lo más mínimo.
Nuestra intención de parar un ratico, disfrutar de un vermutillo y marcharnos al restaurante, se convirtió directamente en una huida hacia Mosqueroles. La vuelta se realizó por el desvío que te lleva hasta el Turó de l’Home, Costa del Montseny y Mosquerolas. Quizás nos cruzamos con cinco coches y dos o tres motos. ¡Qué gozada! Comparándolo con la subida al Montseny, la bajada fue todo un éxito. Nadie por aquí ni por allá. Tres o cuatro nos encontramos por casualidad.
La comida en Can Net, estupenda.