Alquimia: de madera a plástico

En el camino que pasa por detrás de la Sènia, hay unas escaleras muy chulas, de madera, con los escalones irregulares, que ascienden por una arboleda, más o menos, agradable.

A medio camino del desvío que tomo por la tarde, cuando me toca paseo, hasta no hace mucho, había un banco de madera, para sentarse un rato o toda la tarde. Un banco con respaldo incluido que servía para tomar un respiro o para platicar con los amigos, en una zona en la que pasa una brisa agradecida.

Algunos desalmados (me hubiese gustado saber quiénes) lo rompieron hace bastante tiempo. Igual se aburrían y decidieron destrozarlo para sentirse importantes.

—¿Ostras! Hemos hecho algo importante en nuestras vidas de mierda. Romper un banco de madera que servía de reposo para más de uno, pero como que somos así de chulos, lo hemos roto porque sí…

Lo escribo tal cual como lo pienso porque no han sido las inclemencias del tiempo ni un grupo de jabalíes los que rompieron el banco de madera. Es mucho más probable que haya sido una manada de descerebrados, pero tampoco hay cámaras para verificarlo.

En fin.

Ayer volví a pasar por el mismo sitio. Me gusta transitar por ese camino.

Durante un buen rato vas por un sendero de no más de dos palmos de ancho que atraviesa un bosque, un paseo que se hace ameno, siempre que mires hacia adelante.

Si miras al suelo, la cosa cambia. Te puedes encontrar en el trayecto mascarillas, latas de refresco o alguna que otra botella de plástico, aunque si, como acostumbro, vas provisto de alguna bolsa, se recoge sin ningún problema.

No sé quien tiene la obligación de cuidar este trozo de bosque. No sé quien debe mantenerlo limpio y en condiciones. Cuidar de las barandillas de madera, los escalones o tener limpio el paso.

No sé si lo ha de hacer el ayuntamiento, la Diputación, el dueño de turno de ese terreno o cualquier caminante que, como yo, nos apetece tener el entorno en condiciones.

Pero ayer, me encontré con una sorpresa. Se ha pasado de la madera al plástico. Menos da una piedra. Eso sí, antes se podían sentar tres o cuatro personas en el banco para descansar un rato o simplemente para charlar de forma relajada.

Quizás aprovechando la normativa covid, que obliga a mantener la distancia de seguridad, el destrozo del banco de madera (según lo veo yo), no haya sido con mala intención. Igual quien o quienes lo han hecho, han pensado que sería mucho mejor que el descanso fuera de forma individual, para no correr riesgos.

Igual quién o quienes «desmontaron» el banco, eran virólogos y lo hicieron con la mejor de sus intenciones.

No lo sé ni tampoco creo que se sepa, pero visto lo visto, es mejor una silla de plástico en el lugar del banco de madera, donde solo han quedado los dos bloques de hormigón (suerte del hormigón, sino también se lo hubiesen llevado).

Esta tarde, volveré a pasar por el mismo sendero.

A ver qué me encuetro esta vez.

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