Soy aficionado a la fotografía desde hace más de cuarenta años. Recuerdo que una vez mi padre me dijo: —si te olvidas de la moto, te regalo una cámara reflex.
Antes de que me la regalara, estuve trasteando con dos de las suyas. Una Praktica que se había comprado para hacer un cursillo básico al que nunca llegó a ir y su espectacular Regula, una cámara alemana excelente.
La Regula era totalmente manual. Todo lo debías calcular. Tenía una fotómetro analógico con una precisión germana, como todos los componentes que llevaba incorporados.
La supuesta cámara del chantaje emocional era la Minolta XG2. Mi primera cámara reflex. Supuestamente debía olvidarme de las motos, hasta que, después de insistir como un poseso, conseguí que aceptara. Seguramente para no oirme más.
Me iba por ahí con mis dos posesiones, la Bultaco Streaker 125 para hacer fotos con mi fantástica Minolta XG2.
La Praktica MTL 5, era una cámara rusa irrompible. Si le dabas a alguien en la cabeza, podías llegar a matarlo.
La Regula RM, con fotómetro analógico, de una precisión excelente y óptica Carl Zeiss, de lo mejorcito en aquellas épocas.
La Minolta XG2 con un objetivo de 50 mm bastante luminoso, fue en sí, mi primera cámara.
La Minolta la fuimos a comprar a la tienda en la que trabajaba un amigo suyo. Creo que se llamaba Francesc, como mi padre, pero no estoy muy seguro.
Un hombre peculiar. Un genio de la imagen. Lo sabía todo del mundo de la fotografía, pero su fuerte era la Hasselblad. Y cuando digo todo, es todo.
Lo recuerdo como si lo tuviera delante. Cuando caminaba arriba y abajo por la tienda, lo hacía con una cojera bastante discreta pero evidente. En su forma de hablar se distinguía un pequeño zezeo (como si comiera zopaz) y eso que era más catalán que una espardenya.
El señor Francesc junto con su ayudante Albert, otro entendido en la Hassel, como la llamaban coloquialmente y un coleccionista friki de todos sus modelos, nos acabaron de recomendar la Minolta por sus fáciles prestaciones.
Así que un día de primavera de 1978, salimos de la tienda Salvador Serra, con cámara nueva y la ilusión (muy corta) de mi padre, creyendo que me había olvidado para siempre, de las motos.
El señor Francesc, para ser un trabajador de una tienda tan emblemática del Paseo de Gracia, recuerdo que vestía de una forma inusual, nada acorde con la categoría del establecimiento. Tejanos, camisa blanca y un chaleco de piel girada de color marrón.
Parece mentira como, apretando un poco la sesera, me vienen esos recuerdos tan nítidos. En cambio de otras cosas no hay manera de acordarme.
Cada vez que podía, me pasaba a saludarlos a la tienda y de paso les preguntaba qué óptica zoom sería la más adecuada para mis inventos. Con el tiempo decidí comprar un zoom Hoya 80-200 mm, con bayoneta para Minolta, que pesaba un demonio, pero era bastante bueno.
Hasta aquí, todo este rollo ha sido como una intro para explicaros lo que viene a continuación.
Pero no os preocupeis porque es corto.