No sé si la chochez tiene que ver con la edad o es algo innato en los que, como Lucas, aman demasiado a los animales. Aunque siempre ha sido un gran defensor de los peludos, cada vez está más sensibilizado con el sufrimiento de los que no pueden hablar, pero que con sus expresiones, se comunican mejor que nosotros.
Hace un par de meses me comentó que, en el muro de peluts donde está inscrito, vio a Nun. Una perrita que había sido abandonada con sus cachorros. A los hijitos, los pudieron colocar en seguida. Sin embargo, a la perra no la quería nadie. Estaba desconsolada. No se movía de la esquina de su jaula. La perrina estaba de espaldas, llorando todo el día. Lucas no sabía por qué pasan estas cosas. No le entra en la cabeza. Me envió una foto que me llegó al alma. Por diooosss…
Me comentó que dio con el personal encargado del centro. Habló con ellos para saber en qué condiciones estaba la pobre y si podía hacer algo por Nun. Le dijeron que algunas personas estaban interesadas en su adopción. Un señor y un par de familias.
Pasados unos días, volvió a charlar con la responsable. Le dijo que el señor no dio señales de vida y eso que habían quedado para verla. Le comentó que ese tipo le daba mala espina y que, de quedar, seguro que no se la hubiera entregado. Un par de familias también estaban interesadas, pero antes debían pasar un test (se acostumbra a hacer) y dependiendo de los resultados, se decantarían por unos o por otros.
Por suerte, aún quedan seres humanos bendecidos con la gracia del amor por los peludos. Así que Nun ya tiene familia. Comparte caricias, juegos y jardín con sus nuevos hermanitos peludos. Se está adaptando a su nuevo entorno y parece ser que ha enterrado a la tristeza como si fuese un hueso que ya no quiere.
Lucas me comentó el otro día que estuvo así (hizo un gesto con las manos) de adoptar a la perrina. Tiene dos gatos en casa. Vive en un apartamento pequeño, pero me dijo que donde caben tres, caben cuatro.
Por un lado, es feliz porque Nun está en un entorno agradable. La casa tiene un jardín lo suficientemente grande como para albergar a todos los peludos, en contra de su apartamento que, únicamente, dispone de un balcón de ocho metros cuadrados. Está contento y triste a la vez. Pero lo primero es que la perrina se sienta querida. Eso es lo más importante.