Si no lo tienes muy claro, es mejor que no te arriesgues, pero ¿y si no lo pones al día, qué pasa?
La duda te corroe.
Entras en tu WordPress y aparece un aviso: «tienes tres actualizaciones». Miras a ver qué pasa. ¿Actualizas?
A veces, se me descabalga todo lo que tenía bien estructurado. El formulario del footer ha desaparecido en más de una ocasión. No tengo la paciencia para hacer una copia de seguridad del tema y, de repente, patapam, se va todo a la porra.
Esta mañana he entrado en mi zona admin. Tengo dos plugins y un tema para actualizar.
¿Tendré que volver a molestar a mi ángel de la guarda, a mi programadora porque alguna parte de mi blog se ha ido al carajo?
Los asturianos dicen que si funciona, mejor no meneallo.
¿Es contraproducente no estar al día con las líneas de código que programan constantemente los desarrolladores de software?
No me da el tiempo para estar al corriente de todo. ¿Me atrevo o no? Me recuerda al deshojado de una margarita. ¡Me quiere, no me quiere!
A veces, tengo la sensación de que no me quiere. Se desmonta aquello que hasta hace un rato funcionaba correctamente.
¡Qué bronca!
Creo que voy a salir a dar una vuelta. Lo medito y según vea, igual me decido.
De momento, me voy a la pescadería. Estoy entre salmón y sepia.
Un mini aperitivo para celebrar las putas obras.
¡La virgen, qué ruido más molesto! Tengo la cabeza como un timbal.
Trabajan dentro de un garaje. Es como un altavoz. Todo resuena.
¿Actualizo o me espero?
No lo sé.
Salgo ahora o me volveré locu.
Somos animales de costumbres. Cuando algo te ha funcionado y lo tienes por la mano, van y te lo cambian. Debe ser para que tus neuronas hagan nuevas sinapsis. A eso se llama actualizar. En otras palabras, fastidiarte.
Como el sistema educativo, creo que es el que más se ha cambiado, ministro tras ministro. Y yo me pregunto si ha funcionado.
Si algo funciona ¿para qué tocarlo?
Ahora volveremos a las antiguas paperinas, comprar a granel y devolver los cascos. No había necesidad de reciclar. Penoso.