Trescientos sesenta y cinco días son iguales para todos.
Mil noventa y seis días atrás, nos quedábamos con la boca abierta.
Caras desencajadas.
Centenares de lágrimas resbalaban por nuestras mejillas.
Vulnerabilidad.
En un segundo todo cambia.
Sinrazón.
¿Por qué?
Desesperación, incertidumbre.
Seis horas más tarde se confirmaba una noticia que no queríamos creer.
Tres embajadores de la familia hacia el lugar sin más dilación.
No sabiendo nada, sabían perfectamente qué se iban a encontrar.
De hecho, no querían saberlo.
La intuición es poderosa.
Dos eventos acontecieron el mismo día. Uno, curable. El otro, no.
Como un suspiro han pasado tres años.
Los que quedan siguen adelante con sus vidas.
Otros, siguen adelante con sus muertes.
Para todos, aunque el tiempo se detuvo por un instante, el reloj sigue sumando.
¿Hasta cuándo?