Un día tiene veinticuatro horas. Por ejemplo, un lunes tiene las mismas horas que cualquier martes del mes. Lo mismo pasa con el primer domingo de primavera o el tercer sábado de otoño.
Todos estos días tienen una cosa en común. Todos, sin excepción, tienen veinticuatro horas.
¿Por qué cuando somos pequeños, parece que los días son mucho más largos que cuando somos mayores? ¿Por qué las horas invertidas en algo que no nos gusta, se estiran como una goma elástica y parece que no acaban de pasar nunca? Y por el contrario, ¿por qué pasan volando cuando nos lo estamos pasando de rechupete?
Las horas son las mismas: 24 en un día.
¿Por qué no transcurren de la misma forma estando a este o al otro lado del aburrimiento o de la emoción o del flow o del éxtasis o de la incertidumbre, o de las risas o de los llantos?
Cuando estás en buena compañía, disfrutando cada segundo de la otra persona o grupo de amigos, surge una frase típica que reza así: —ostras, ya han pasado cinco horas y no me he enterado.
Cuando estás inmerso en algo que te apasiona, como en mi caso la escritura, y miras por un momento el reloj, te das cuenta de que han pasado dos horas y ni siquiera te has despeinado.
Es evidente que al revés también pasa. Entras a las diez de la noche a trabajar. Llevas media eternidad y cuando miras el reloj, por tercera vez, te das cuenta de que solo son las 23:15 h.
Cuando eres pequeño, no tienes las mismas preocupaciones que cuando eres mayor. Éstas, parece ser que te comen tiempo, como si se tratara de termitas devorando la madera, que comen a toda leche y cuando menos te lo esperas, te quedas sin silla.
Este año, si no ocurre algo inesperado, cumpliré sesenta tacos. Hace cinco que perdí una buena oportunidad, aunque no todo el peso recae en uno solo.
Cinco años, con sus días de veinticuatro horas que han pasado tan deprisa que no me he dado ni cuenta.
El tiempo pasa volando. El tiempo sí, pero las horas no tanto. En todo caso, depende de la situación.
Con mis amigos, precisamente ayer, comentábamos que, como dijo no hace mucho Pau Donés, vivir es urgente. No podemos perder el tiempo en mierdas, en mal humor, en envidias ni en pijadas.
El tiempo corre que se las pela. Hay que disfrutar más del momento, ese que también está inscrito en cualquier hora del día. Ese que si lo vives con pasión, igual se estira un poco más de la cuenta.
Días de veinticuatro horas hay bastantes. Procuremos disfrutarlos al máximo.