No es la primera vez que toca una morterada de millones en Gran Bretaña. No se sabe por qué, pero pasa. Aparte de conducir por la izquierda, también tienen, lo que coloquialmente se dice, mano derecha para recibir premios millonarios. Recuerdo que una vez le tocó, a una pareja de edad respetable (entre cincuenta y setenta), 175.000.000 de euros. Escrito así da un poco de vértigo. Nunca más se supo. Imagino que se habrán escondido en algún paraje recóndito para no ser molestados por el prójimo. O tal vez, estoy equivocado y han hecho tantas donaciones que se han ganado a pulso un lugar en el reino de la corte del rey Arturo.
Doscientos treinta millones de euros deben dar para bastantes cosas. Pagar el recibo de la comunidad, del videoclub, quitarse de encima su hipoteca y la de todos sus familiares, entregar un pico a la fundación pro amigos de los animales, de las plantas, de los sellos o del gimnasio. Más que ingresar el dinero en un banco, casi mejor, comprarlo directamente, derrumbarlo y en su lugar crear una residencia para los homeless. O si el tipo es un finanzas, lo mejor es despedir al director de ese banco por inepto y contratar a la portera de tu escalera que, con cinco hijos a cuestas y un marido borrachuzo, saca adelante a toda la familia únicamente con las propinas que le da la vecindad y cuatro apaños que hace por ahí.
Un tipo como Lucas, que ni fuma, ni bebe y últimamente ni siquiera va con mujeres, cuando se acuerda, invierte en una apuesta 2,50 € o si se le va la pinza, en contadísimas ocasiones, 15 €. Tiene su lista personal de agraciados. Básicamente a su familia y un mini listado de donaciones a diferentes historias. Nada de cruces rojas, ni médicos sin fronteras, ni unicefes, ni oxfames. Para eso ya están los gobiernos de turno. Las donaciones que haría con muchísimo gusto, estarían destinadas prácticamente al mundo animal y alguna que otra asociación proalgo que realmente valiese la pena.
Una de sus mayores ilusiones sería crear un refugio de animalicos. Esos que algún que otro hijo de la chingada, ha maltratado y puteado al máximo. Esos animalicos estarían de maravilla y a los hijos de la chingada también los metería en el refugio, pero en una jaula tan pequeña que estarían pidiendo clemencia por lo malajes que son. Lucas no les haría ni puto caso. Antes y cien mil veces antes, están los animalicos.
Los sueños están para soñarlos. Quizás va siendo hora de que esos sueños se cumplan de una vez por todas. Eso me lo recuerda Lucas cada semana que nos encontramos en la cola de la administración de lotería. Él, para comprar euromillones y yo, para quedar con mi buen amigo, un perrito que está viviendo como un homeless cerca del estanco.
Como diría una buena amiga: soñar es gratis. En mi respuesta, acostumbro a utilizar una sola palabra: depende. «De según como se mire, todo depende» (Pau Donés).